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Reportaje:Crimen organizado en Italia

"La paz se acabó"

Dos cartas dirigidas a padrinos corleoneses alertan en Italia del riesgo de una guerra de mafias

Andrea Rizzi

Dos cartas, las mismas cuatro palabras: "La pace è finita (la paz se acabó)". El mensaje, interceptado por la policía y dirigido en la cárcel a los dos últimos grandes padrinos de la Cosa Nostra (los corleoneses Totó Riina y Bernardo Provenzano), representa un seísmo en el agitado mundo mafioso. La Cosa Nostra todavía no ha encontrado el sucesor de Provenzano, detenido en abril de 2006. Aprovechando la transición, los Inzerillo, importante clan expulsado por los corleoneses en los ochenta, se están restableciendo en Sicilia desde EE UU. Y este verano se produjo en Palermo el primer homicidio de la mafia público y relevante tras una década de calma. Los fiscales antimafia temen un recrudecimiento de la violencia tras la pax mafiosa impuesta por Provenzano.

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"Las cartas son una señal, pero todavía tenemos que entender su valor, su autoría. Más allá de las señales, son los hechos criminales ocurridos en los últimos meses los que me preocupan", observa el fiscal antimafia Gaetano Paci, en una conversación telefónica desde Palermo. "Lo que ocurre en el terreno nos dice que se han vuelto a producir homicidios públicos entre clanes y extorsiones violentas. Hace poco, los clanes incendiaron en pleno centro de Palermo una gasolinera. Un hecho que podría haber tenido consecuencias gravísimas".

Tras la captura de Provenzano, el problema es la sucesión. "Salvatore Lo Piccolo está afirmando su liderazgo. Generalmente sin violencia, pero en algunos territorios hay fricciones", explica Paci. "Casi siempre, en la historia de la Cosa Nostra, los clanes que se han afirmado recurrieron a la violencia para consolidar su posición. Incluso contra el Estado. Son pruebas de fuerza. La situación actual, con los corleoneses diezmados, resulta en sí un motivo de preocupación, aunque de momento en Palermo no tenemos señales unívocas de que esté a punto de desatarse una guerra".

En esa óptica, otro elemento inquieta: el hallazgo de las alianzas que dos importantes miembros de la cúpula, Leoluca Bagarella y Nitto Santapaola, han dejado en sus celdas con ocasión de un intercambio de las mismas. El valor simbólico del gesto es fuerte. La mujer de Bagarella se suicidó. La de Santapaola murió en un ajuste de cuentas. Los hombres de honor no habrían dejado nunca los anillos sin un motivo importante. ¿Cuál? ¿Los anillos nupciales simbolizan una alianza entre el primero, también corleonés (centro-oeste de Sicilia), y el segundo, de Catania (este de la isla)? ¿Un pacto entre viejos líderes frente a los nuevos? ¿Entre padrinos encarcelados frente a los libres?

La vuelta de los Inzerillo desde Estados Unidos, apoyada por Salvatore Lo Piccolo, es un elemento central en las fricciones actuales. La correspondencia de Lo Piccolo con el propio Provenzano revela su papel en un asunto que ha despertado la preocupación de familias aliadas a los corleoneses, que temen una venganza de los Inzerillo por la sangre vertida en los ochenta.

Una operación llevada a cabo el 9 de agosto y cerrada con la detención de 14 miembros de su clan ha confirmado el papel de Lo Piccolo, y, en paralelo, su protagonismo también en el resurgimiento del eje Palermo-Nueva York, décadas después de los calientes años de la Pizza Connection. Entonces, la conexión tenía su centro de gravedad en la droga. Ahora, más bien en el blanqueo de los ingentes capitales que los clanes obtienen de la especulación, el control de las obras públicas, y de la extorsión a los comercios.

Las cartas dirigidas a los padrinos corleoneses en la cárcel son entonces el reflejo de un conjunto de movimientos en una Cosa Nostra que busca nuevos equilibrios. Y además del mensaje escrito -"La pace è finita"-, preocupa también en Italia la imagen en la otra cara de las postales: el estadio de fútbol de Milán, San Siro.

En la guerra de la mafia contra el Estado a principios de los años noventa, uno de los atentados frustrados iba dirigido al Estadio Olímpico de Roma. Fueron ésos los años en los que murieron los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, y la Cosa Nostra atentó bajo el mando de Bagarella, uno de los dos padrinos protagonistas del intercambio de alianzas en Roma, Milán y Florencia, matando a decenas de civiles.

Anteriormente, la guerra desatada a principios de los años ochenta por los corleoneses contra los palermitanos por el control de la cúpula mafiosa causó alrededor de 1.000 muertos.

Entre los investigadores no hay dudas de que los clanes son conscientes de que la violencia es negativa para sus negocios, y que la idea de fondo es seguir la estrategia de la inmersión dictada por Provenzano.

Sin embargo, en la búsqueda de nuevos equilibrios existe el riesgo de que algunos roces degeneren. Más allá de Lo Piccolo, los ojos de los investigadores están dirigidos hacia Trapani, ciudad del oeste de Sicilia, y feudo del otro gran candidato a la sucesión de Provenzano: Matteo Messina Denaro.

"Nos consta que hay diálogo entre Lo Piccolo y Messina Denaro. En su ascenso, Lo Piccolo está encontrando obstáculos en la zona de Palermo, pero con Messina Denaro las relaciones son respetuosas", relata Paci. No hay conflictos territoriales, y las cuestiones interprovinciales han sido arregladas con el diálogo.

Por ello, Paci insiste: "De momento, lo que más me preocupa es lo que pasa en Palermo". Una zona en la que la extorsión, pese a los centenares de detenciones de los últimos años, sigue azotando duramente a la enorme mayoría de los comercios, según estudios de asociaciones de comerciantes.

En los años noventa, la Cosa Nostra no dudó en matar a empresarios que rechazaron pagar el pizzo, el impuesto mafioso. El recrudecimiento de la violencia en la sanción de quienes no se someten al mismo deja temer no sólo ataques entre clanes y contra los representantes de las instituciones, sino también en contra de la sociedad civil.

La plaza de las Víctimas de la Mafia, en el centro de Corleone (Sicilia).
La plaza de las Víctimas de la Mafia, en el centro de Corleone (Sicilia).BERNARDO PÉREZ

SIGNOS DE LA COSA NOSTRA

La mímica. Los padrinos sometidos a régimen de aislamiento la utilizan para dar órdenes durante los juicios

Los 'pizzini'. Billetes escritos a máquina con los que muchos mafiosos se comunican para evitar interceptaciones

Imágenes religiosas. Son quemadas durante el ritual de afiliación. El incendio simboliza el fin que le espera al mafioso que traiciona

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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