Viva lo falso
En apenas unos días, Stephen King ha sido confundido con un vándalo y Rigoberta Menchú con una vendedora ambulante de flores. Al primero le sucedió en una librería; a la segunda, en un hotel. Al tiempo que se daban estos malentendidos, Bob Dylan buscaba dobles a través de Internet. Hay una oscura relación entre una cosa y otra, pues ni a King ni a la Menchú los habrían confundido si en vez de entrar ellos en la librería y en el hotel, hubieran entrado unos imitadores suyos. La copia posee un plus de verosimilitud del que carece la pieza original. El convencimiento de que uno es Stephen King o Rigoberta Menchú, en cambio, conduce a bajar la guardia y parecer otro. La réplica, al contrario que el prototipo, no deja un detalle al azar: te cruzas con Bob Dylan y comprendes que sólo puede ser Bob Dylan, de donde se deduce que los Bob Dylan conocidos son falsos. Es posible que el verdadero, además de no parecerse en nada al que tenemos en la cabeza, viva retirado en una granja. Lo pensé hace años, cuando lo vi actuar ante Juan Pablo II, que quizá era también una copia del Papa genuino, pues parecía fidedigno. Las falsificaciones están dando unos resultados sorprendentes. Gracias a ellas, podemos llevar un bolso de Loewe o un Cartier. Lo auténtico, en todos los órdenes de la vida, empieza a parecer chatarra.
PARTICIPE. Puede escribir a Juan José Millás en cerbatanamillas@elpais.es |
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