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Dimisión en la Casa Blanca
Columna
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La hipótesis de Rove

José María Ridao

La dimisión de Karl Rove, anunciada para el 31 de agosto, priva a George W. Bush de otro de los grandes ideólogos que han marcado su presidencia. Rove estuvo a punto de abandonar su puesto de asesor en la Casa Blanca hace un año, cuando la Administración norteamericana se vio forzada a reconocer que la guerra de Irak había evolucionado hacia la catástrofe. Había sido uno de sus más entusiastas defensores, y sólo permaneció junto a Bush para evitarle un problema adicional justo cuando el país parecía fuera de control. Ahora le ha llegado el turno de retirarse de escena, sumándose a la nutrida lista de bajas políticas que ha producido una de las más innecesarias, sangrientas y desestabilizadoras aventuras militares en las que Estados Unidos se haya embarcado jamás.

Dentro de los ideólogos neoconservadores, Rove se encargó de reforzar la estrategia política que derivaba del principio de la claridad moral, de la radical abolición de los matices entre el bien y el mal considerados como absolutos, entre el amigo y el enemigo. Esta concepción maniquea sirvió de fundamento para una política exterior que, entre otras ensoñaciones, creyó posible democratizar Oriente Próximo desencadenando un círculo virtuoso cuyo epicentro se situaría en Irak, aunque debía extender sus efectos benéficos a la totalidad del mundo árabe.

Pero fue en el terreno de la política interior, en la definición de la estrategia electoral de los republicanos, donde Rove tuvo un papel más relevante. De acuerdo con su hipótesis, había acabado el tiempo en el que la victoria se obtenía captando el voto de los electores de centro, de los electores cuya opción podía oscilar de unos comicios a otros dependiendo de los programas o de la confianza que suscitasen los candidatos. Ahora se trataba de apostar por la movilización del propio campo, concentrando el debate político en aquellos asuntos en los que, de acuerdo con el principio de la claridad moral, se reducía la capacidad de ofrecer alternativas por parte de los adversarios. Había que poner a los ciudadanos frente a una disyuntiva radical, o conmigo o contra mí, pero dejando patente que la razón, e incluso la virtud, estaban del lado de los republicanos asesorados por Rove.

La victoria de Bush sobre John Kerry en las últimas presidenciales norteamericanas pareció confirmar la hipótesis de Rove, sobre todo si se tiene en cuenta que fue un triunfo holgado, a diferencia de lo que ocurrió en el duelo contra Al Gore. El modelo había sido importado por los partidos conservadores de buena parte de los países europeos, que buscaban inspiración para sus políticas al otro lado del Atlántico y que trataban de desactivar las críticas de la izquierda acusándola de antiamericanismo. Pero con el modelo importaron, además, la más inquietante de sus múltiples consecuencias: una radicalización social que hoy parece consustancial a la democracia liberal de nuestros días, pero que es producto de una estrategia de partido para hacerse con el poder y, en su caso, conservarlo.

España es uno de esos países europeos en los que se ha venido aplicando la estrategia electoral de Rove, y donde se han advertido con nitidez su poder de imantación y, por descontado, sus graves efectos secundarios. Hasta fecha reciente, el Gobierno socialista parecía abducido por una agenda política concebida desde los presupuestos de la claridad moral y establecida por el último Ejecutivo del Partido Popular, consciente de que era la que más convenía a sus intereses. Más se esforzaban los socialistas por avanzar sus puntos de vista en esa agenda y más se radicalizaba la vida política, reforzando una espiral en la que el país se iba dividiendo de manera cada vez más profunda, más insensata, más irreconciliable. Las cosas parecen haber cambiado apenas a unos meses de las elecciones, aunque falta por saber si hay tiempo para que la maquinaria de los partidos pueda reorientarse hacia los votantes de centro y, en último extremo, falta por saber si esos votantes de centro siguen existiendo o han sido víctimas de la hipótesis de Rove.

El 31 de agosto, Rove se retirará al mundo de los negocios en Tejas. Ojalá las secuelas de su hipótesis no le sobrevivan mucho tiempo.

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