Esto no es una película
Acaban de cumplir 70 años. De 'Ben Hur' a 'Gangs of New York', han sido el plató de más de 3.000 rodajes. Los estudios Cinecittà de Roma, invento de Mussolini, acogieron ayer el enésimo 'show': un incendio real tan inocuo como espectacular
No era una película, aunque las llamaradas de hasta 40 metros sí fueron cinematográficas. Un espectacular incendio se propagó en la noche del jueves en los míticos estudios romanos de Cinecittà, quemando las escenografías de la producción de la serie Roma para la cadena HBO. En un escena que recordaba a hace 2.000 años, cuando la ciudad ardió por orden del emperador Nerón, ayer quedaron reducidos a cenizas unos 4.000 metros cuadrados de casas, laboratorios y reproducciones de templos utilizados como plató para la serie, que narra la vida cotidiana en los tiempos de Julio César. "Las llamas, causadas tal vez por un cortocircuito, se han originado en un almacén", explicó el comandante de los bomberos de Roma, Guido Parisi. "Ahí se preparan las escenas y suele haber materiales inflamables. Hace falta muy poco para que todo acabe reducido a cenizas", añadió. De todas formas, "los daños han sido mínimos", aseguraron los responsables de Cinecittà, que pretenden seguir en la cresta de la ola, intentando revivir las producciones de su época de oro: los cincuenta. Los estudios cuentan con unos 400.000 metros de instalaciones. Es decir, sólo un 1% de sus estructuras acabó calcinada.
Los turistas llegan con la ilusión de llevarse un 'souvenir' del plató de 'La dolce vita', al lado de la esfinge de 'Cleopatra'
"El cine italiano y el ambiente de los estudios tenían una marcada tendencia de izquierdas", recuerda Andreotti
La Hollywood del Tíber nació hace 70 años, precisamente después de un incendio: una de las salas de proyecciones más populares de Roma, los Cines de la plaza Tusculo, habían desaparecido pasto de las llamas. Fue entonces cuando Benito Mussolini mandó construir, en el kilómetro siete de la vía Tuscolana "la más grande ciudad del cine que jamás haya existido".
Así lo recordaba el director de Amarcord, Federico Fellini: "Era 1936 y en las imágenes en blanco y negro de las noticias se veía a Mussolini en un descampado en obras, con enormes chabolas y almacenes aún más altos. Caminaba seguido de un grupúsculo de jerarcas fascistas". En el séquito del dictador figuraba también un hombre llamado Angelo de Angelis, escultor oficial del duce que, en esas imágenes se adentraba en el "glorioso" edificio de las esculturas clásicas. Hoy, las paredes de ese bloque tiene grietas en las que cabe una mano y está lleno de humedades. Bienvenidos a Cinecittà, 70 años después.Al levantar la cabeza, sin embargo, se puede ver todavía el techo de Gattopardo, las lámparas de la utilizadas en alguna comedia erótica de los setenta, las figuras egipcias de Cleopatra, el gong de El último Emperador. O miles de objetos mal conservados o esquilmados: un teléfono blanco, algún aparato de retrasmisión de datos para submarinos, piezas de la historia del cine y de la memorias de generaciones de espectadores, que han rodeado a Sofía Loren, Anna Magnani o Charlton Heston en decenas de rodajes.
Los turistas japoneses y estadounidenses llegan a diario con las cámaras de foto, a veces con la ilusión de llevarse a casa un souvenir del plató de La Dolce Vita, que está al lado de la esfinge de Cleopatra. Esperan entrar en una especie de Disneyworld del cine y convertirse por un algunas horas en Humphrey Bogart. Pero ocurre todo lo contrario. El escenario que encuentran transmite abandono y una desolación hecha de barro y tuberías oxidadas, caminos que recuerdan al jardín de un manicomio y arquitecturas más propias de un asilo. La piscina cinematográfica más grande y famosa del mundo, escenario de batallas navales y en la que recientemente Martin Scorsese rodó unas escenas de Gangs of New York, se ha convertido en un estanque de hormigón en un panorama de ruinas.
El piso que Fellini tenía en el recinto de los estudios aloja el cuartel general de las de Gran Hermano. Nando Cacciamani, que ha sido guarda de Cinecittà durante 54 años, se pasea hoy con su nombre de paparazzo y arropado por sus recuerdos: "Ava Gardner se alojaba en ese edificio, en mi vida no he vuelto a ver una mujer tan bella, tan hermosa que casi te dejaba ciego", rememora antes de señalar: "Esa colina era un vertedero, y ahora allí está la casa en la que viven los concursantes de Gran hermano. Una montaña de deshechos", comenta. "Entonces, las instalaciones estaban rodeadas de campos. Pero podías llegar en tranvía. Costaba 10 liras hasta las ocho y 15 después. Mi padre me daba 10 cada semana y yo corría para llegar temprano a la parada del tranvía, así ahorraba 5 liras", apunta. "¿Ve esa pared, donde pone desinfestación? Cuando los estadounidenses llegaron a Roma, durante la Segunda Guerra Mundial, ese edificio se llenó de prófugos. Les limpiaban, les quitaban los piojos...". Testigo de esa época fue, por ejemplo, el senador Giulio Andreotti, de 88 años, que entonces empezaba su carrera política. "Hubo muchos problemas porque, después de la guerra, nuestra prioridad era reconstruir el país de arriba abajo, y financiar las producciones cinematográficas parecía un esfuerzo de menor importancia. En cambio, resultó una gran inversión. Gracias a Cinecittà, nacieron nuevos puestos de trabajo y podíamos cobrarles a los americanos una especie de comisión por cada película doblada al italiano", recordaba hace meses. "Sin embargo, no faltaban los problemas políticos con Estados Unidos. El cine italiano y el ambiente de los estudios tenían una marcada tendencia de izquierdas... Por ejemplo, Anna Magnani desfilaba junto a los obreros en las manifestaciones en Piazza del Popolo. Aunque un día, Alberto Sordi me dijo 'no se preocupe, van a las manifestaciones, pero luego si los productores no les pagan en negro, no quieren hacer películas", comenta.
Declaraciones de las renta aparte, centenares de productoras han rodado en Cinecittà más de 3.000 películas. Decenas de ellas han sido premiadas con oscars y con los máximos galardones de los festivales de Venecia, Cannes o Berlín. Entre las producciones recientes, figuran La Pasión de Cristo de Mel Gibson o The Life Aquatic, de Wes Anderson, Gladiator, de Ridley Scott. Sin embargo, fueron los cineastas de la corriente neorrealista de los cincuenta los que hicieron grandes los estudios romanos. Roberto Rossellini, autor de Roma, ciudad abierta, o Vittorio de Sica, director de Ladrón de bicicletas, entre otras. Después fue el momento del cine histórico, con Ben-Hur, de William Wyller, o Quo Vadis, de Mervyn LeRoy. Un esplendor siempre amenazado por los caprichos de los productores y la sombra de la falta de recursos.
Fellini, que vivía allí, lo supo ver con el espíritu de poeta: "Aquí se respira un aire de barricada destruida, de hospital abandonado a medio constuir, con unos prados descuidados, colinas que parecen largas jorobas, acequias donde se estanca agua aceitosa con nubes de mosquitos enloquecidos. Un montón de madera mojada, unos trozos de raíles, torres de tuberías oxidadas o medio hundidas. Aquí la hierba crece por doquier, como en un cementerio abandonado, dentro del gran recinto. Más allá del muro, en las afueras de Roma, fortines con millones de ventanas dan la idea de una armada de hormigón que cerca este decrépito parque de atracciones".
¿La única novedad? Hoy han llegado los programas y los concursos de televisión. Y el Estudio 5, el más celebrado de todos los tiempos, es ahora un almacén helado en el que se está preparando el útlimo, financiadísimo, reality show de la temporada.
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