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Reportaje:

Las voces del drama más antiguo

Unos 60 voluntarios ilicitanos, de entre 8 y 74 años, dan vida desde hace seis siglos al Misteri d'Elx que arranca hoy

Hoy arrancan, un año más en la Basílica de Santa María de Elche, las representaciones del Misteri d'Elx. Un drama litúrgico medieval, cantado en valenciano, cuyos pilares fundamentales se basan en su pervivencia inalterada durante seis siglos, más de seiscientos años. Sin embargo, si hay algo que cambia en esta representación asuncionista son las personas que lo interpretan. Son los cantores y la escolanía. Son unos 60 cantantes no profesionales, con edades desde los 8 a los 74 años, que durante todo el año se preparan musical e interpretativamente para desarrollar en un escenario especial, siempre el mismo, una misma obra. La persona responsable de estos cantores es el Mestre de Capella, función que desde el año 2001 desempeña José Antonio Román.

Sólo un 15% de los cantores del Misteri tiene estudios musicales, el resto debe aprender lo básico dentro, porque ensayan con partituras y se les exige que conozcan un mínimo de solfeo. Para ello se les prepara con ensayos dos veces a la semana a lo largo del año, aunque cuando se acercan las representaciones se deben dedicar muchas más horas a la práctica.

Para Román, la lucha principal es que realicen cada representación con la concentración de los cantantes profesionales, "como si fuera la primera" y es que el Mestre reconoce que el hecho de que estos cantantes interpreten siempre la misma obra es una ventaja y un inconveniente a la vez. "Es una ventaja porque lo sentimos muy dentro, el Misteri es algo nuestro y eso se nota en la emoción y la pasión que se pone al interpretarlo, pero es un inconveniente porque corremos el riesgo de cantarlo de memoria", asegura Román, que explica que a veces se le escapan casi arengas militares. "No somos profesionales pero cuando cantamos La Festa tenemos que parecerlo", sentencia.

Los cantores no cobran un salario por esta dedicación, pero es tradición de siglos que reciban una gratificación que hoy en día es una simbólica cantidad de dinero, o viajes para los niños, pero según cuentan los mayores, en otros tiempos eran dos kilos de arroz y tres de aceite.

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