Agitar para gozar
Todo está ahí, pero hay que saber mirar. Incluso el goce intelectual, inaprensible para quien no sabe hacia dónde estirar la mano, o las neuronas. Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), a quien entre otros títulos le cuadra el de provocador, pretende en este ensayo mostrar los caminos del gozo intelectual, una senda de conocimiento y de placer. El placer de poseer las cosas, de asimilar y aprender, aprehendiendo, el mundo que nos rodea. "El gozo intelectual es al conocimiento lo que la sed es a la hidratación", describe el autor.
El estímulo, la conversación
EL GOZO INTELECTUAL. Teoría y práctica sobre la inteligibilidad y la belleza
Jorge Wagensberg
Tusquets. Barcelona, 2007
267 páginas. 18 euros
y la comprensión son las tres fases que marcan el camino del gozo intelectual. En las tres, sin embargo, hay relación con lo que nos rodea, hay conversación, porque el camino es, después de todo, aprender a conversar: con la naturaleza, con los demás y con uno mismo. Insiste el autor en la importancia de la pregunta, porque de cómo se haga dependerá la respuesta. Pero hacer preguntas adecuadas y escuchar, es decir, aprender a conversar, es un arte relevante que debe educarse: "Una asignatura en la que se aprenda a hablar y a escuchar quizá sea la única asignatura sensata entre los seis y los nueve años", sostiene Wagensberg.
Jorge Wagensberg, profesor de la Universidad de Barcelona y creador del Museo de Ciencia de "la Caixa" -y director de la colección Metatemas/Libros para pensar la ciencia, en la que se publica esta recopilación de textos-, tiene un profundo conocimiento de las diversas maneras de hacer atractiva la ciencia. Así lo ha mostrado tanto en su museo como en sus variados libros, y así lo muestra una vez más en este ensayo, compuesto por unas pocas páginas de reflexiones sabrosas y profundas sobre el goce intelectual y 63 historias en las que se muestran territorios de goce intelectual revisitados por él mismo.
Así, a base de sana provoca
ción que estimule el deseo de comprender, podemos llegar, de la mano de unos de sus aforismos, título de otro de sus libros, a más cómo, menos por qué, a las historias que componen el libro. Se trata de ejemplos de cómo "el ser humano, gracias al lenguaje, trasciende el espacio y el tiempo de su experiencia directa del mundo. Ninguna otra criatura viva es capaz de tal cosa".
Menear, sacudir, agitar a los individuos para que lleguen a la comprensión, a la verdadera, la que produce gozo, metiendo las manos hasta los codos -como Sartre, pero más divertido-, en los asuntos y asirlos con el cerebro y con el corazón. Ése es el espíritu que anima este libro y, probablemente, toda la acción de Wagensber en los museos, en sus escritos y en sus clases: despertar el gozo intelectual, "un logro de la selección natural, una prestación que llevamos de fábrica al nacer pero cuya ocurrencia sin duda es posible favorecer culturalmente". Y es que se trata de, en palabras de Leon Lederman, premio Nobel de física y autor de La partícula divina, de algo que "es mejor que el sexo". Para Wagensberg, "este libro cuenta historias para hacer verosímil esa provocadora hipótesis".
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