La sal de los mares
Chano Lobato recibe el homenaje de La Unión en una noche de cantes
Cerca de la medianoche del pasado martes aparecía en el escenario del Festival de Cante de las Minas de La Unión parte de la historia viva del flamenco más cabal. Elegante y sobriamente vestido, Chano Lobato recibió una cerrada ovación llevando sus 80 años con mucha dignidad y con las "nieves del tiempo" -como dice el tango que él interpreta magistralmente por bulerías- repintadas para que no platearan su sien.
El tiempo no pasa en balde, desde luego, y Chano ha perdido fuerza. Mantiene todo el sabor que la gente absorbe entregada, pero su voz ha perdido fuerza. Sin embargo, esa noche no tenía la menor importancia, no se había venido a examinar al cantaor gaditano como si fuese un aspirante a la Lámpara Minera -el gran premio del concurso del festival-, sino a celebrarlo, a darle las gracias por tantos años como nos ha dado del mejor flamenco. A aplaudirlo.
Hacía años que no se celebraba en el Festival de Cante de las Minas una gala flamenca tan larga
Chano Lobato había recibido horas antes el homenaje institucional del festival y del Ayuntamiento de La Unión, y asistió a la presentación del libro colectivo a él dedicado: Chano Lobato, toda la sal de la bahía. Y ya durante su actuación interpretó parte de su repertorio clásico: sus bulerías con mucho cuplé, ese sabio aflamencamiento de boleros, canciones y tangos argentinos, por ejemplo Volver, en el que es maestro indiscutible. Pero también Soleá y otros palos. Nada más templarse por tangos, el público ya estaba con él, deseando decirle lo mucho que lo quiere. Esta vez no contó demasiado, es decir, no se prodigó en sus conocidos y siempre renovados comentarios sobre los embustes de Pericón o las ocurrencias de Ignacio Ezpeleta, que provocan las carcajadas del público, pero acabó dándose una vueltecita por bulerías, bailando. Fue apenas un leve movimiento de pies y brazos, un esbozo de baile, pero ahí quedó toda la sal de la bahía de Cádiz, toda la sal de los mares, como en esa colombiana que él canta por bulerías. ¿Para qué más?
Después, la noche fue larga, demasiado larga. Hacía años que en La Unión no se celebraba una gala flamenca tan larga. A Chano la había precedido Esperanza Fernández, que hizo con sus maneras tan personales farruca, seguiriya, alegrías, tangos de Triana y bulerías. Esperanza posee una de las voces más hermosas del flamenco actual, con esa veladura que la hace tan característica, pero quizás esta vez no logró ajustarla del todo. Puede que la molestara el sonido, malo toda la noche. El mismo sonido que tal vez molestó a El Pele, que salió al escenario tras la actuación de Chano y se regodeó en malagueñas alargadas por bulerías y rematadas con cantes abandonaos, soleá, seguiriya y cabal y un repertorio de cantes mineros.
Tras el descanso vino el baile por tarantos y soleá -correcto y algo minimalista- del joven granadino Manuel Liñán. Y finalmente, El Capullo, para muchos el más esperado de la noche. Y no decepcionó. Tras algunos cantes, se sumergió de lleno en su versión actual y moderna: mucho ritmo, mucha percusión, muchas bulerías y muchos tangos-rumba. Y su público lo celebró con algarabía. Y a esas horas de la madrugada, Chano debía andar ya en Sevilla, durmiendo calentito, ya que anda delicado de salud.
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