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Reportaje:Fiestas de La Blanca

"Isasi, gogoan zaitugu"

"Isasi, gogoan zaitugu; Isasi, gogoan zaitugu" ("Isasi, te recordamos") cantaron ayer a coro los dos últimos celedones, Gorka Ortiz de Urbina y su antecesor, Iñaki Landa, fundidos en un abrazo, una vez que habían llegado a la balconada de San Miguel después de las obligadas salvas a la Virgen Blanca con las que se inician las fiestas de Vitoria. Recordaban así a José Luis Isasi, aquel joven que hace ahora 50 años ideó una "chufla" que se ha convertido ahora en una celebración que convoca a unos 35.000 fieles, según fuentes de la Policía Municipal de la capital vasca.

Fue la de ayer una marea humana cubierta con gorros de paja de Euskaltel, patrocinador oficial de las fiestas, y refrescada por los Bomberos de la ciudad que no dejaban de lanzar agua y más agua a las masas, con intención, eso sí, refrescante y no represiva, en una tarde de aplastante calor. Al tiempo, y en una celebración inédita con la escolta civil de unos 30 blusas en lugar de la Policía Municipal, la charanga del Tau Baskonia iba animando el paseo.

Gorka Ortiz de Urbina e Iñaki Landa, los dos últimos 'celedones', rinden homenaje al creador del símbolo de las fiestas

La incertidumbre pesaba sobre la jornada de conmemoración del 50º aniversario. Suponía una excepción que los dos últimos celedones realizasen el recorrido al alimón, sin seguridad oficial, pero también que no fuese un representante municipal el que lanzase el chupinazo. El alcalde, Patxi Lazcoz, había cedido el privilegio a los creadores de la idea, aquellos miembros de la cuadrilla de Los Tímidos. El resultado, como era previsible, fue al final sobresaliente. La bajada del Celedón desde el campanario hasta el número 2 de la calle Postas se vivió con alegría festiva y tranquilidad, sobre todo para quienes siguieron el acto desde los balcones y por la televisión y la radio.

Cuando Celedón, en el mejor milagro de su historia hasta el momento, se encarnó en dos mocetones (uno más trabajado que el otro, todo hay que decirlo), llegó el desparrame. Bajaron Gorka e Iñaki, con sus paraguas y sus txapelas, y emprendieron el ascenso. Tranquilos, respetados más que nunca en los últimos años, superaron el trayecto de 115 metros que distan hasta la balconada. Tras el último tramo asediados por las cámaras y los micrófonos de la prensa, llegaron a la barandilla desde la que, un año más, dieron inicio a las fiestas. Después del sentido recordatorio a José Luis Isasi, atacaron con la copla que dice "Celedón tiene una casa nueva, Celedón, con ventana y balcón", uno de los himnos más coreados de Euskadi, y la multitud se adueñó de la ciudad.

Eso sí, no se logró que los miles de asistentes abandonasen la afición por lanzar vino espumoso barato y regresasen al humo de los puros. Los servicios de limpieza municipales se emplearon a fondo después para dejar impecable la plaza de la Virgen Blanca. No en vano, en pocas horas llegaba la Procesión de los Faroles, en el que participan 300 cofrades, 247 faroles y 20 carrozas.

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