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Los orangutanes tienen berrinches si no consiguen lo que quieren

Es probable que alguna vez haya sufrido el berrinche de un niño furioso porque no le dan lo que quiere. Pongamos por ejemplo una piruleta. Muéstresela. No pasará ni un segundo antes de que dé saltos de alegría mientras se relame. Si se la da, el crío se irá tranquilo a seguir jugando. Pero pruebe a ofrecerle sólo la mitad. El crío no se dará por satisfecho y exigirá, mientras mueve sus bracitos con vehemencia, el resto. También puede intentar cambiarle la piruleta por alguna de esas comidas que tanto detestan los más pequeños, como una pieza de fruta. Los gritos entonces serán estruendosos.

Un comportamiento parecido es el que un grupo de investigadores de la Universidad de Saint Andrews (Escocia) ha observado en un grupo de seis orangutanes hembras de dos zoos. El experimento fue similar al descrito, aunque en este caso la piruleta se sustituyó por plátanos y la fruta, por apio. La reacción de las primates al recibir la banana completa fue la esperada. Tranquilas, se marcharon a reposar. Cuando les dieron sólo una parte, les supo a poco. Para reclamar el resto del manjar, repitieron los gestos de excitación con que habían llamado la atención de sus cuidadores para obtener parte del botín. Eso sí, con mucho más entusiasmo para que su deseo quedara claro. También gesticularon, aunque de forma diferente, para expresar su disconformidad al recibir apio.

En definitiva, que los orangutanes saben cuando no se les está comprendiendo y son capaces de modificar su comportamiento para darse a entender. Toda una revelación si se tiene en cuenta que estos animales y el hombre, ambos primates, proceden del mismo antecesor. Indagar sobre su lenguaje no verbal es, al mismo tiempo, hacerlo sobre la forma en que el propio ser humano lo hacía en sus orígenes, cuando la comunicación verbal ni se imaginaba.

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