La 'zona cero' de Minneapolis
Los servicios de socorro buscan decenas de desaparecidos bajo los restos del puente hundido en EE UU
Cientos de policías, bomberos, buceadores y demás equipos de rescate trabajaban ayer a destajo en el río Misisipi, horas después de que el puente de una de las autopistas más transitadas del Estado de Minnesota (EE UU) se viniera abajo en la hora punta. Intentaban recuperar los cuerpos de entre 20 y 30 personas que podrían estar desaparecidas bajo el amasijo de hierros y cemento en el que se convirtió el puente de la interestatal 35W, que une Minneapolis con las ciudades dormitorio del norte. En las Ciudades Gemelas o Twin Cities (Minneapolis y la capital del Estado, Saint Paul), sus gentes estaban consternadas por la tragedia. En el río, el trabajo era cuidadoso. Porque el Misisipi no es un río cualquiera.
La gente de Minnesota estaba sorprendida por lo ocurrido: "Aquí nunca pasa nada"
Entre los vehículos atrapados había un autobús escolar con 60 niños a bordo
"El puente entero de un lado al otro del Misisipi se ha caído desde una altura de unos 20 metros", explicó Gary Babineau en la CNN. Él sobrevivió al horror del derrumbe repentino del pasado miércoles. "Había coches en el agua y otros en llamas. Me fijé que había un autobús escolar cerca. Yo y otros dos chicos nos acercamos y empezamos a sacar a los niños. Gritaban, chillaban y sangraban. Creo que algunos tenían huesos rotos", describía. A unos metros del autocar amarillo, un tráiler estaba en llamas.
El accidente ocurrió a las 18.05 hora local (1.05 del jueves hora peninsular en España), cuando el puente de ocho carriles se esfumó en cuatro segundos. Un amasijo de cemento y acero se desplomó, arrastrando consigo decenas de coches. Al menos cuatro personas murieron, aunque a última hora de ayer las autoridades aseguraron que había más cuerpos bajo las aguas. De hecho informaron a lo largo de la tarde en España de que habían hallado "más cadáveres". No especificaron cuántos, pero las mismas fuentes cifraron entre 20 y 30 los desaparecidos.
"Es muy extraño ser la zona cero de las noticias mundiales", dijo Lonni Skrentner, profesora retirada del Instituto de Edina, una ciudad al sur de Minneapolis. Porque Minnesota no suele ser noticia. "Aquí nunca pasa nada", ironizaba. Su marido, Bob, describía el caos del día después. "El tráfico ha sido asqueroso. Conducir hacia Minneapolis era un follón", dijo. Él soportó "unos 8 kilómetros de atasco".
Kyle Uittenbogaard es neurocirujano en el hospital del condado de Hennepin, muy cercano al lugar del accidente. Allí se trasladaron a la mayoría de los 79 heridos. "Se ha hecho un esfuerzo sobresaliente. El hospital estaba preparado para este trabajo extra", aseguró. Kyle se enteró de la catástrofe mientras jugaba una partida de cartas con sus amigos. Tenía el día libre, pero cuando se enteró de lo sucedido llamó inmediatamente al hospital. "Me dijeron que estuviera alerta", explicó. Al final no le llamaron. "La mayoría de los heridos tenía fracturas y diversos traumatismos", describió. El hospital North Memorial, el Universitario y el infantil de Minneapolis (donde se trató a los 60 niños del autobús) arrimaron el hombro.
Según varios testigos, el puente quedó borrado del mapa en un visto y no visto, tras un enorme estruendo. Imágenes de una cámara de seguridad cercana a la infraestructura así lo demuestran. Las causas del hundimiento todavía no están claras, aunque Jim Burnett, presidente del Consejo de Seguridad de los Transportes Nacionales, apuntó dos hipótesis: grietas por desgaste o vibraciones. Respecto a la primera, hay que tener en cuenta varias fechas. Fue construido en 1967 y hubo dos estudios, de 2001 y 2005, que alertaban del mal estado del puente. El primero lo realizó la Universidad de Minnesota. El segundo fue un estudio federal que hablaba de un puente "estructuralmente deficiente".
El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, lo reconoció y dijo que en una escala de seguridad de 120, el puente sólo alcanzó 50. "No presentaba riesgo de derrumbe, pero sí deficiencias. El Estado de Minnesota tenía que haber tomado medidas", indicó. La senadora por Minnesota Amy Klobuchard estaba indignada. "En EE UU no puede caerse un puente", protestó en una rueda de prensa en la que ensalzó al "gran pueblo americano", informa Bárbara Celis desde Nueva York. El presidente del país, George W. Bush, prometió ayudas del Gobierno federal, que serán de cinco millones de dólares (3,6 millones de euros), según anunció más tarde la secretaria de Transportes, Mary Peters.
En cuanto a la teoría de las vibraciones, Burnett indicó que podrían haberse producido por dos causas. Por los trabajos que hacía un grupo de obreros que arreglaban la carretera del puente o por un tren que pasaba por debajo en el momento del derrumbe. En Minnesota, en esta época del año, es muy habitual que se aproveche para reparar las carreteras. En los meses más fríos, el Estado soporta y supera sin problemas los 40 grados bajo cero.
Tim Dolan, jefe de la Policía de Minneapolis, explicaba que las tareas de rescate podrían durar un mínimo de tres días. "Hablamos del Misisipi, con sus peligrosas corrientes", dijo. Horas más tarde, se supo que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército planea disminuir el nivel del agua del río algo más de medio metro, mediante el cierre de diques, para facilitar el trabajo en la zona.
"Usaba el puente de vez en cuando para ir a jugar al fútbol", explicó Eric Wilbur, de Minneapolis. "Nada más enterarme llamé a mi mujer, porque ella usa a menudo esa autopista. Afortunadamente, estaba bien", dijo. El día anterior, Gail, su esposa, había ido de compras al norte. "¡Y pasó por el puente! No me quiero ni imaginar si le hubiera pasado algo", suspiraba aliviado Eric.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.