Tormenta de verano
En el momento de escribir estas líneas, en los mercados financieros globales llueve a chuzos. Las bolsas caen, los tipos de interés a largo plazo suben, especialmente para las operaciones de mayor riesgo, y todo se ve bastante oscuro. Parece que los episodios climatológicos de este mes de julio, con zonas del planeta inundándose y otras achicharrándose, se estén reproduciendo en los mercados. Pienso si el cambio climático también les estará afectando.
Lo curioso es que al tiempo el FMI revisaba al alza las previsiones de crecimiento mundial para 2007 y 2008 hasta nada menos que el 5,2% en los dos años, tres décimas más de lo que dijo en abril. Esto, entre otras consideraciones, me hace pensar que estamos ante una tormenta de verano provocada por el enfriamiento en las alturas de unas condiciones financieras hasta ahora anormales (hace unos meses el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, hablaba del enigma de la curva -invertida durante demasiado tiempo- de los tipos de interés). Las zonas más favorecidas por la revisión son los países emergentes de Asia y, dentro de los países desarrollados, Europa y Japón, incluyendo a España, para la que eleva el crecimiento del PIB al 3,8% en 2007 y mantiene el 3,4% para 2008. Por supuesto que, como dice el FMI, hay riesgos importantes, que son los que están golpeando a los mercados financieros: el aumento de la inflación, provocado por las subidas de los precios del petróleo y de otras materias primas, entre ellas los alimentos, que aumenta las probabilidades de que los bancos centrales suban más los tipos de interés; el deterioro de la calidad del crédito; la corrección de los mercados inmobiliarios y los sempiternos desequilibrios mundiales.
Los fundamentos de la economía real no indican que estemos ante una situación crítica
Todos estos riesgos son atribuibles también a la economía española, destacando el de la corrección del exceso de oferta de viviendas (por cierto, los indicadores de los primeros meses del año apuntan a que esta corrección podría ser más rápida de lo previsto). Por eso los analistas (y el propio Gobierno, ya que da una cifra de crecimiento para 2008 inferiores a la de 2007) estamos anunciando una desaceleración de nuestra economía. Los datos de los últimos meses indican que esta desaceleración ya ha empezado y, hasta conocer la EPA del segundo trimestre, parecía que de forma notable. Sin embargo, la EPA, una de las estadísticas más importantes para seguir la coyuntura, nos ha sorprendido positivamente. El ritmo de crecimiento del empleo no se ha resentido, manteniéndose la tasa interanual en el 3,4% del primer trimestre (véanse los gráficos adjuntos). Si la comparación la hacemos con el trimestre anterior, previa desestacionalización de los datos, se han creado cerca de 170.000 empleos, lo que supone un ritmo anual de unos 670.000, también un 3,4%. Por sectores, observamos una desaceleración del empleo en la construcción (aunque aún crece un 7,6% en tasa interanual) y una disminución en la industria y la agricultura, todo lo cual se compensa con la aceleración de los servicios. La tasa de paro, sin embargo, desciende poco, del 8,2% al 8%, en términos desestacionalizados, debido a que la oferta de trabajo (población activa) sigue creciendo fuerte, un 2,8%.
En fin, que los fundamentos de la economía real, tanto a escala mundial como en España, no indican que estemos ante una situación crítica. Esperemos que lo de los mercados financieros sea eso, una tormenta de verano, y que los daños de la misma no sean muy importantes.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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