Agüero, la mejor crianza
El jugador del Atlético resucita y acaba como máximo goleador y mejor futbolista del Mundial Sub 20, conquistado por Argentina en Canadá
La inagotable bodega del fútbol argentino se ha especializado en crianzas. Sus finos y elaborados productos alcanzan el grado óptimo de madurez y sabor cuando ya han domesticado el ímpetu descontrolado de la adolescencia, pero mucho antes de alcanzar la edad adulta: es decir, en términos humanos, alrededor de la veintena de años. Sólo así se explica que la selección albiceleste coleccione títulos del Mundial sub 20 como si fueran sellos de correos -según cada uno prefiera contabilizarlos, seis en la historia de la categoría; o cinco en los últimos siete torneos; o tres en los últimos cuatro; o los últimos dos- y, sin embargo, semejante borrachera de éxitos no se traduzca en títulos entre los mayores, que llevan 14 años sin gritar campeón.
"Este torneo ha sido como volver a vivir futbolísticamente", dijo el delantero rojiblanco
La última cosecha argentina levantó la Copa del Mundo en Canadá el domingo, al derrotar en la final por 2-1 a la República Checa. Pero más que eso, arrasó en todos los frentes. Sumó seis triunfos y un empate (0-0 ante los mismos checos en el partido inaugural), fue el equipo más goleador y el menos batido, no necesitó de prórrogas ni penaltis y se quedó con la mayoría de los premios individuales.
En ese sentido, nadie salió mejor parado que Sergio Kun Agüero. "Este torneo fue como haber vuelto a vivir futbolísticamente", dijo el proclamado rey de los pibes sosteniendo en sus manos la Copa del Mundo, el Balón de Oro al mejor jugador y la Bota de Oro al pichichi del certamen (6 goles, uno en la final). El pequeño, en estatura, delantero del Atlético, no estuvo en la plantilla que se ganó el derecho a jugar en Canadá durante el Suramericano de enero, pero cuando supo que Alfio Basile no contaba con él para la Copa América, llamó personalmente a Hugo Tocalli, el entrenador de los sub 20, y le manifestó su deseo de estar en el Mundial e intentar colgarse su segunda medalla dorada, ya que había sido campeón en Holanda 2005.
Tocalli lo recibió con los brazos abiertos, lo designó segundo capitán del equipo y también recaudador y administrador del dinero de multas por impuntualidades y demás faltas internas. Agüero respondió a su confianza con goles, algunos fantásticos, otros trascendentales, como los dos ante Polonia en octavos o el que igualó la final, un minuto después del tanto checo; pero, sobre todo, con un nivel de compromiso que demostró su necesidad de volver a sentirse importante tras una temporada plagada de altibajos.
A su alrededor brillaron Maxi Moralez, el diminuto centrocampista del Racing de Avellaneda (1,60 m), Balón de Plata y Bota de Bronce; Ever Banega, sucesor de Gago en el Boca Juniors e injustamente relegado en el reparto de premios; Federico Fazio, central del Sevilla B; y Sergio Romero, flamante portero del AZ Alkmaar holandés. Entre todos ratificaron que no hay bodega con mejor fútbol crianza que la argentina. Los gran reserva ya son otra historia.
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