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Columna
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No imponer, no impedir

Antonio Elorza

La publicación del artículo de Josu Jon Imaz fue acogida con la lógica división de opiniones. Para el arco político que todavía en el fondo es constitucionalista, supuso un valiente acto de cordura que venía a frenar los propósitos de un lehendakari tan corto de ideas como obstinado, quien con su anuncio de ilegal consulta popular venía a agudizar la desestabilización producida por el fin de la tregua de ETA. La imagen resultante fue diáfana: Imaz contra Ibarretxe. Para los abertzales de pura cepa, se trataba de una traición a los principios y una vulneración de la regla de oro según la cual el terror de ETA en nada debe afectar a la estrategia política del nacionalismo. Nada hay tan democrático como ir hacia la autodeterminación a la sombra de ETA, nos recuerda Barrena en Gara; otra cosa es "jugar sucio". Con sordina, EA, los hombres de Egibar y el inefable Madrazo piensan lo mismo.

Sin lugar a dudas, es ésta la principal contribución de Josu Jon Imaz a una deseable normalización de la vida política vasca. En los meses de la supuesta tregua, advirtió una y otra vez contra el riesgo de dos mesas simultáneas que permitieran a ETA convertirse en la banca de la partida política. Ahora es tajante. Una vez cumplido satisfactoriamente el reposo del guerrero, ETA ocupa una posición dominante, marcando la agenda política al hacer colgar su espada de Damocles sobre la sociedad vasca, y es deber por consiguiente de los demócratas desalojarla de esa posición privilegiada. Ello exige para los distintos partidos políticos, nacionalistas incluidos, medir los propios movimientos de manera que en modo alguno pueda beneficiarse ETA de los mismos. Tal sería el caso de la consulta popular anunciada por Ibarretxe, que permitiría incluso a ETA convertirse en tutor de la supuesta expresión democrática, nueva tregua mediante, para legitimar a continuación el regreso a "la lucha armada" si el resultado le contraría por una u otra razón.

Nada con el terror, ni a favor del terror. Es la postura más inequívoca del PNV desde los años 80. Y teniendo en cuenta las maniobras orquestales en la oscuridad a que se ha entregado en estos dos últimos años el presidente Zapatero, la clarificación es especialmente de agradecer. Pero al mismo tiempo el planteamiento de "No imponer, no impedir", desplegado ya antes en la declaración del EBB de 24 de octubre de 2005, contiene elementos que mal pueden servir para la normalización, lo cual explica que el reencuentro Imaz-Ibarretxe, por lo menos de puertas afuera, haya podido ser escenificado tan pronto.

La clave está en mantener la primera divisoria: no cabe hablar de "libre decisión" con ETA encima. Lo comprobaremos en septiembre, tal y como ha anunciado el PNV refiriéndose a la consulta. A su lado parece razonable la condición de que una nueva norma reguladora del autogobierno vasco tenga mayor respaldo que el Estatuto de Gernika, si bien aquí, en la práctica, esto significa que el PSOE ha de apoyarla, lamentándose eso sí la previsible automarginación del PP.

Ahí está, sin embargo, el "no impedir", que plantea la exigencia de que las Cortes "no veten", esto es, se vean privadas del papel que la Constitución les otorga en cuanto a la reforma de los Estatutos. Aquí las nubes difuminan el discurso de Imaz de cara a los objetivos: ¿un indeterminado "autogobierno"? ¿soberanía compartida entre España y Europa? Poco importa. Una vez logrado el consenso en Euskadi, y con un Eguiguren o un Madrazo se puede ir a cualquier parte, lo que se produciría de modo inevitable es la apertura de un proceso constituyente vasco, y desde esa rampa de lanzamiento, con todas las manipulaciones de lenguaje que enseñó el fallido proceso soberanista de Quebec, la consulta sería sobre la independencia. No cabe esperar mucho del entendimiento de Zapatero, pero tal vez perciba, tras el fracaso con ETA, que conviene aclarar previamente las ideas en lo que se refiere a los propios fines y al grado de aceptación de las reivindicaciones del otro. Sobra ya el diálogo de sordos.

Mientras ETA se dispone a matar de nuevo, no estaría mal que para hacer efectiva la famosa "unidad", cada uno, del PP al PSOE, pasando por Imaz, precisase sus hojas de ruta. Hoy sólo la de ETA es clara.

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