La televisión alemana apaga el Tour
Las cadenas públicas, en un hecho sin precedentes, dejan de emitir la carrera al conocerse el positivo del germano Sinkewitz
El déja vu está ya muy visto, efectivamente, pero no deja de sorprender cada vez más su persistencia -tan persistente como los dolores repetidos de las rodillas de Vinokúrov-, su reaparición repetida en el Tour de Francia.
El corredor había jurado que si era culpable de dopaje entregaría el sueldo de un año
Viva el pleonasmo el día que sonó La Marsellesa en Marsella -ganó un francés por primera vez en 2007, pero no un francés nuevo, sino uno ya muy visto, Cédric Vasseur, que ya había ganado una etapa hace 10 años y que, como casi todos los ciclistas franceses de más de 33 años, los únicos que ganan, ha pasado por el purgatorio de un caso de dopaje organizado, en su caso el caso Cofidis-, el día que, como siempre en la etapa de descenso rápido de los Alpes al Mediterráneo, la victoria se jugó entre un grupo de escapados -entre los que, por supuesto, como siempre, estaba Flecha-, el día que, 18 de julio, sol abrasador, como siempre, en Marsella, llegó de Alemania, como siempre en los últimos tiempos, una noticia de un positivo por dopaje. Nada nuevo, por supuesto, lo de siempre, lo de todos los Tours. Qué aburrimiento.
No todos recurren a los anabolizantes para lo mismo, sin embargo. Floyd Landis, según el laboratorio, le dio a la testosterona sintética para hacer de Eddy Merckx en los coles alpinos, toda una hazaña por la que pudo haber pasado a la historia. Y Patrik Sinkewitz, el último caído en las redes del antidopaje, al parecer para tener ganas de atropellar a los aficionados que suben a las cunetas de los puertos para aplaudirle, otro tipo de gesta que, de todas maneras, era hasta ayer, el único hecho noticiable protagonizado en este Tour por el alemán, de 26 años, que iba para figura y que se hizo ciclista en la cantera del Mapei junto a, entre otros, Cancellara y Pozzato. El domingo por la tarde, de camino a su hotel en bicicleta, Sinkewitz chocó contra un hombre de 78 años en el descenso de Tignes. El aficionado acabó en el hospital, en coma, y el ciclista se rompió la nariz. En el hospital de Hamburgo estaba ayer por la mañana recuperándose de sus heridas cuando le comunicaron que en un control por sorpresa efectuado el pasado 8 de junio, cuando el corredor estaba de concentración en los Pirineos, por orden de la Agencia Alemana Antidopaje (NADA), se habían encontrado en su orina niveles de testosterona de 24 a 1 (relación testosterona/epitestosterona), seis veces superiores al límite permitido (4/1). El contraanálisis está previsto para dentro de cinco días.
Landis y Sinkewitz no son, sin embargo, los únicos ciclistas a los que últimamente han ligado con la versión sintética de la hormona masculina. Unos días antes de comenzar el Tour, a otro alemán, Matthias Kessler, a quien el Astana ha despedido, le encontraron niveles de 85 a 1, y en febrero, en el Tour del Mediterráneo, resultó positivo por la misma sustancia el italiano del Caisse d'Épargne Marco Fertonani. Estos casos, aparte de abrir una vía de sustanciosos ingresos a avispados abogados y de generar una marea de grandes titulares, muestran también que el uso de la testosterona no está restringido, como avanzaban las últimas teorías, a los parches y geles con dosis de mantenimiento, ni siquiera terapéuticas, durante las grandes vueltas para combatir el desgaste hormonal producido por los esfuerzos repetidos y mejorar la capacidad de recuperación, sino que también persiste la vieja usanza, vía inyectable, en épocas de entrenamiento fuerte.
A la sombra del estadio velódromo de Marsella, sede del club de fútbol que, bajo la presidencia de Bernard Tapie -otro que también tuvo negocios con el ciclismo-, protagonizó uno de los mayores escándalos de corrupción del deporte francés, sobre Flecha, que ha terminado décimo, a más de dos minutos de Vasseur, se ciernen una veintena de periodistas, que, cerrándole el paso, le acosan con cámaras, cebollas, grabadoras, como si no tuvieran otra cosa qué hacer. Qué no le harán cuando gane otra etapa.
Es la desmesura del Tour, un efecto de una fuerza increíble que impidió, por ejemplo, que los bravos esfuerzos del alemán Voigt por ganar los contemplaran sus compatriotas por la televisión pública. Al saber lo de Sinkewitz, la ARD y la ZDF han decidido suspender las transmisiones del Tour hasta que se aclaren los hechos. Es la desmesura del ciclismo: Sinkewitz, como todos los corredores del Tour, ha jurado antes de empezar que nunca se ha dopado y que si resulta positivo entregará a la UCI su sueldo de un año. Su caso pondrá a prueba el juramento y también la continuidad en el patrocinio del T-Mobile, empresa ya castigada por el caso Ullrich, las acusaciones a sus médicos y las confesiones de Riis, Zabel y otras estrellas de la última década. Este año, el equipo había organizado una dura política de control interno y su mánager, el americano Bob Stapleton, es una de las fuerzas motrices del grupo de los creíbles, los equipos que exigen la aplicación estricta del código ético.
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