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Reportaje:TOUR 2007

El milagro de Vinokúrov

Los médicos no se explican cómo sigue en carrera el kazajo, que no puede doblar las rodillas al andar

Un corazón rojo en el brazo izquierdo y escritas en negro, en el derecho, cuatro letras: Vino. Analise viste el maillot de la selección de Kazajistán, tiene 16 años, es de Marsella y no sabe justificar por qué es seguidora de Vinokúrov y no de otro, pero lleva casi dos horas esperando a la puerta del autocar al ciclista kazajo bajo la solana. El hombre que vino a ganar el Tour y sobrevive, cruza la meta, tal vez final de su última etapa en éste su calvario francés de 2007. "Mal", le responde Vino a Serge Borleé, su guardaespaldas particular, que le espera pasada la meta y se interesa por las rodillas. "¿Sales mañana?", alcanza a preguntar un periodista. "No lo sé. Veremos cómo paso la noche". La misma respuesta de cada día desde que bajando las suaves laderas de la Croix de la Libération voló y aterrizó sobre sus rodillas.

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Borleé le abre paso a empujones y el ciclista llega al autocar. Es el último de su equipo. Se baja de la bici y acompaña la acción con un gesto de dolor. Luego, sube costosamente los tres peldaños que le separan de las entrañas del autobús, donde hay un rodillo para que caliente antes de la etapa y una camilla para que descanse al final. Analise no puede ni acercarse, casi se asusta de ver como está su ídolo.

"Es un milagro que siga en carrera", razona la doctora Raquel Ortolano. El día que Vino se fue al suelo, ella estaba en su casa, en España. Por teléfono, su colega alemán en el Astana le pasó el parte de lesiones. "Pensé que cuando saliera del hospital se iría a casa". Ortolano se incorporó al Tour hace tres días. "Cuando llegué y vi cómo tenía las rodillas no me lo podía creer. Es increíble que siga dando pedales". De hecho, el corredor baja las escaleras de espaldas para amortiguar el dolor en sus rodillas: dos enormes hematomas, una notable inflamación y siete puntos en una y ocho en la otra explican por lo que debe estar pasando el kazajo, que necesitaría 6.000 calorías al día para recuperarse de la dolencia. En la etapa que terminó en Briançon, el lunes, gastó 5.000 sobre la bici.

"No flexiona sus rodillas al andar, no puede. No me explico cómo puede dar pedales", insiste Ortolano, que supervisa las atenciones especiales que recibe el corredor cada tarde: además de calmantes se le administran sesiones extra de masaje, es sometido a radioterapia y durante casi dos horas el osteópata del equipo, Serge Paoletti, se dedica a él en exclusiva. "Me ponen enfermo los que dicen que Vino no está tan mal, que lo que pasa es que no está fino", asegura Paoletti. "Cuando le veo las piernas tengo la sensación de estar ante un discapacitado", explica. Él también habla de milagro: "No tengo otra explicación. Los dolores musculares son insoportables y no puede doblar las rodillas". Coincide con Ortolano: "Su fuerza mental es impresionante". "Es él quien anima al grupo... El día que baja a cenar", reconoce un compañero. En el pelotón la idea es compartida. Flecha sostiene que la capacidad de sufrimiento de Vinokúrov no es normal: "Se le ve sufrir y tiene las rodillas hinchadas, pero ni así le puedo descartar para nada", sostiene el catalán del Rabobank. Ayer, sin ir mas lejos, se le soltó un punto de la rodilla derecha camino de Marsella y Vino requirió por dos veces los servicios del médico oficial de carrera.

En tales condiciones es comprensible que Danyal Ajmetov, el ministro de Defensa de Kazajistán -el Astana debe su financiación a un grupo de empresas kazajas- enviara a Mark Biver, el mánager del equipo, un mensaje por el móvil: "El líder del equipo es Klöden". Octavo a casi cuatro minutos de Rasmussen, el alemán es el mejor contrarrelojista de los ciclistas que aún optan al Tour y le quedan 110 kilómetros contra el crono, repartidos en dos etapas, antes de llegar a París. "Klöden está bien, tuvo un golpe sobre el coxis, donde había tenido una fisura, pero se ha recuperado", insiste Biver.

Puede que Vinokúrov no acuda hoy al control de firmas. O puede que sí; puede que firme incluso la camiseta de Analise, la niña marsellesa que hoy volverá a esperar a su ídolo milagroso a la puerta del autobús.

Vinokúrov, al término de la etapa alpina del pasado martes.
Vinokúrov, al término de la etapa alpina del pasado martes.EFE

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