Namir Noor-Eldeen
El nombre del fotógrafo que da título a esta carta, para los que no lo saben, delata desde el jueves día 12 un drama atroz. El reportero de Reuters fue asesinado en Bagdad. Es horrible el balance de periodistas muertos desde que la invasión de Irak comenzara, pero sería cruel darles más importancia a estas muertes, las de los periodistas, que a los miles que se han producido en toda la guerra. La muerte de un periodista es en sí misma una tragedia, pero encarna a su vez otro drama no menos nimio: aquel que atenta contra la necesidad de toda la población, ya sea en los países más ricos como en los más pobres, de ser informados de lo que pasa más allá de sus fronteras. ¿Qué haríamos si nadie se atreviera a arriesgar sus vidas por contar lo que pasa en Irak, en Líbano, en Palestina, en Costa de Marfil o en Colombia? ¿Estaríamos condenados a recibir la información que nos suministraran nuestros gobernantes, resultando la veracidad de aquélla seriamente cuestionable? Las portadas de días posteriores da pena leerlas, mientras se busca con atónita desesperación algún dato sobre las circunstancias del asesinato del periodista iraquí. Me entran ganas de llorar al pensar en cuánto ha dado él por nosotros, también por el prestigio y los ingresos de muchos diarios (muchos de éstos habrán utilizado más de una vez sus fotos, siendo trabajador en una agencia de noticias), y qué poco se le ha dado a él y a su familia en el momento de su muerte. Ánimo a la familia de Namir Noor-Eldeen, y fuerzas a todos los periodistas que, diariamente, se juegan el pellejo porque periódicos como éste nos mantengan informados sobre las zonas en conflicto.
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