Una declaración ilegal

Cualquier confesión hecha por Haleh Esfandiari carece de "legitimidad", asegura Lee Hamilton, presidente del Woodrow Wilson, centro para el que trabaja la profesora irano-americana. "Haleh lleva 71 días en régimen de aislamiento en la prisión de Evin. No ha visto a nadie de fuera de la cárcel en todo este tiempo. Ni a su madre, ni a su familia, ni a su abogada". Hamilton aseguró ayer que el hecho de que la investigadora "no haya tenido acceso a su letrada" convierte las declaraciones hechas a la televisión iraní en el resultado de un proceso de "coerción sin ninguna validez o legitimidad".
Para Hamilton, veterano político demócrata, este tipo de proceso judicial es una vieja práctica de los ayatolás. "Encierran a gente inocente, los aíslan y se inventan unas declaraciones que son fruto de la coerción y que usan como confesión. Esto no es un proceso judicial justo". En círculos más cercanos a la investigadora se manifiestan muy preocupados por la estabilidad mental y la integridad física de la docente de 67 años y apenas 45 kilos de peso cuando ingresó en prisión.
Esfandiari tiene dos abogados para los que hacer su trabajo está resultando extremadamente difícil. La premio Nobel Shirín Ebadí no ha podido acceder a su representada porque la Corte Revolucionaria Islámica se lo ha impedido. A la madre de la propia investigadora, que tiene 93 años y vive en Teherán, sólo le han permitido llevarle medicinas a su hija en una ocasión. Ni siquiera ha podido verla y sus muy ocasionales conversaciones telefónicas nunca exceden de un minuto.
El pasado 11 de julio el portavoz judicial iraní, Ali Reza Jamshidi, anunció que el régimen de los ayatolás había obtenido más pruebas de que tanto Esfandiari como Kian Tajbakhsh, quien trabaja para la fundación Soros y también está detenido, eran espías al servicio de EE UU.
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