Una idea confusa
El flamante presidente de la República Francesa Nicolas Sarkozy, y toda la maquinaria de la diplomacia francesa, trabajan ya en la aparentemente innovadora propuesta de crear una Unión Mediterránea. Sarkozy, la misma noche en la que salió elegido, proclamó solemnemente: "Todo se juega en el Mediterráneo", identificando las relaciones entre el mundo occidental y el mundo musulmán como una de las cuestiones claves en la agenda de la política internacional. Si bien la propuesta tiene de positivo que vuelve a situar a la región Mediterránea en el centro de la agenda de la política exterior europea, ésta -con los postulados hasta ahora anun-ciados- contiene inconsistencias y riesgos muy importantes para la articulación de una estrategia global, coherente y eficiente en el Mediterráneo.
La propuesta parece más bien destinada al consumo interno de la política francesa
La idea de una Unión Mediterránea fue ya apuntada por Sarkozy en su discurso del 7 de febrero de 2007 en la ciudad francesa de Tolón. Su propuesta de crear una Unión únicamente de países ribereños del norte, sur y este del Mediterráneo, va acompañada sin embargo de un ataque frontal al proceso de cooperación euromediterránea, conocido como el Proceso de Barcelona. La apuesta del presidente francés, constituye además una seria ruptura de la política exterior de Francia, tanto en el Mediterráneo como en el seno de la UE. Con sus ansias de protagonismo rupturista, Sarko dinamita el trabajo realizado por la UE desde 1995, que aunque con claroscuros, ha sentado las bases de una dinámica de diálogo y cooperación entre los 27 países miembros de la UE y los 10 países del sur y este del Mediterráneo.
El presidente francés cree encontrar, al mismo tiempo, la fórmula ideal para paralizar el proceso de negociación para la adhesión de Turquía a la UE, en un intento de matar dos pájaros de un tiro. En realidad, la propuesta de una Unión Mediterránea, está orientada a ofrecer una imagen -un tanto forzada- de un nuevo liderazgo de Francia en el Mediterráneo y el mundo, y está más destinada al consumo interno de la política francesa que a ofrecer una propuesta omnicomprensiva y coherente para la región.
Una de las primeras consecuencias negativas de la propuesta de creación de un club de países exclusivamente mediterráneos y al margen de la UE, sería la consolidación y legitimación del traslado del centro de gravedad político hacia el este de la política europea. La propuesta de Sarkozy tal como está formulada, mina sustancialmente el sentimiento de corresponsabilidad de muchos socios comunitarios hacia la región, ya que los temas y problemas asociados al Mediterráneo (como la inmigración ilegal o la resolución de ciertos conflictos) pasarían a ser problemas casi exclusivamente de los países del sur de la UE. Éstos deberían así afrontar en solitario la responsabilidad de liderar política y económicamente las iniciativas destinadas a la estabilidad y desarrollo de le región. Y es precisamente lo contrario de lo que necesitamos, pues la región requiere de una mayor atención y participación del conjunto de los países de la UE.
El Mediterráneo tiene concentrados hoy -como ninguna otra región en el mundo-, todos los grandes retos a los que se enfrenta el mundo globalizado e interdependiente. El Mare Nostrum necesita involucrar y comprometer al máximo número de actores políticos, sociales y económicos para trabajar juntos y encontrar la senda que nos lleve al círculo virtuoso de democratización, reformas y desarrollo en la región. Y es precisamente el multilateralismo cooperativo que la UE representa, la mejor fórmula para afrontar los grandes retos a los que se enfrenta la región. Ello no es óbice para que se reforme e innove en todo aquello que se ha mostrado ineficiente en los casi ya 12 años de partenariado euromediterráneo. Pero para construir una política sólida, coherente y eficaz en la región, hay que hacerlo sumando complicidades, experiencias y buenas prácticas.
Europa ha iniciado además una estrategia complementaria para con sus vecinos -la Política de Vecindad de la UE-, que viene precisamente a complementar y no a sustituir a la política euromediterránea. Su atractivo principal es que ofrece la posibilidad a los socios del sur del Mediterráneo de acceder progresivamente al mercado interior de la UE, ofreciendo nuevos instrumentos para adaptar las políticas, estrategias e instrumentos a la realidad y necesidades específicas de cada uno de los países vecinos. La UE ofrecerá incentivos a aquellos países que avancen más rápidamente por el camino de las reformas y la democratización.
El reto de Europa en la región no pasa solamente por ofrecer alternativas concretas, creíbles y eficaces a los socios y vecinos del sur de Europa; es también urgente y necesario que sea capaz de tener una política exterior común, para hablar y actuar de forma conjunta en una región extremadamente compleja. La tenacidad de Javier Solana marca el camino a seguir, pero necesita igualmente que otros líderes europeos se sumen con sus propuestas y acciones. La propuesta unilateral de Unión Mediterránea de Sarkozy contiene elementos de confusión que no aclaran el futuro del Mediterráneo.
Pau Solanilla, coordinador del programa mediterráneo de la Fundació Rafael Campalans.
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