Querer o poder
Querer o no querer, ésa es hoy la cuestión. Menos trascendente que el ser o no ser de Hamlet, lo sé. Pero ya que el Tour ha abandonado definitivamente Inglaterra, dejémonos de homenajes a Shakespeare y a sus dudas filosóficas.
¿Quería o no quería Steegmans ganar la etapa? Yo creo que no, pero ésa es tan sólo mi opinión, tampoco se lo he preguntado. Hombre, querer... digo yo que a él, como a cualquier otro ciclista, seguro que le apetece ganar cada una de las carreras en las que participa. Eso es evidente. Como dicen por cierto que hacía Eddy Merckx, aunque yo llegué tarde para verlo.
No, yo a lo que me refiero es a que Steegmans se empeñó con tanto exceso en su labor de lanzador de Boonen que no tuvo otra opción que cruzar primero la línea de meta. Aunque no era eso lo que pretendía. O al menos, no estaba así planeado.
Yo creo que Steegmans, en sus mejores sueños, quería ser segundo. Segundo en Gante, en la etapa de casa para su equipo, el Quick Step belga. Segundo detrás de Tom Boonen, el rey de Flandes, el corredor que hace vibrar a un -perdón, medio- país. El único que puede conseguir que tal día como ayer se encuentre vacío y sin un alma un lugar tan fascinante como el centro histórico de Gante.
Eso es, primero Boonen y luego yo, debería de pensar Steegmans. Después de haberle dejado en bandeja el triunfo. Levantando ambos las manos como vencedores, fundiéndonos en un abrazo sin ni tan siquiera bajarnos de las bicicletas. Sí, primero y segundo en la única etapa belga del Tour 2007. Eso sería perfecto, creo yo que pensaría.
Al menos es eso lo que me pareció y la intención con la que le vi trabajar. Como tan bien sabe hacer. Como había hecho en el pasado tantas veces con McEwen (quién le debe por cierto muchas de sus victorias), o este mismo año con Boonen. Un trabajo perfecto para un resultado inmejorable. Eso creía.
Creía, digo, porque la cosa salió aún mejor de lo esperado, especialmente para él. Porque tan bien lo hizo que ni siquiera su propio compañero fue capaz de superarle en la línea de meta. Por mucho que su líder lo intentó con todas sus fuerzas. No, aquel lanzador era imbatible; iba -¡qué ironía!- demasiado lanzado.
Pero bueno... se cumplió el objetivo soñado. Primero y segundo, un doblete fantástico pero, eso sí, con el orden alterado. No obstante, todos contentos, aunque Steegmans aún más que su compañero.
Porque quizá la cuestión no era tanto querer o no querer, sino poder o no poder. Y él ayer pudo, vaya si pudo.
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