Turismo de riesgo
Vivimos en la sociedad del riesgo a escala mundial, y el turismo no puede escapar a esta realidad cada vez más asentada. La muerte de siete españoles en un atentado terrorista en Yemen ha disparado las alertas contra el turismo de aventura, en el que unas veces se pone el acento en actividades potencialmente peligrosas y otras, en cambio, se concreta en visitar países o lugares sacudidos por conflictos abiertos o en potencia.
Pero la verdad es que la seguridad total no existe en ninguna parte. En el centro de Londres pudieron estallar estos días dos coches bomba, y ETA ha llevado a cabo en repetidas ocasiones campañas de miedo en la costa española. Los turistas se han convertido en objetivo preferente del terrorismo, puesto que cualquier ataque contra ellos siempre reporta siniestros beneficios para la causa de los asesinos: suele acarrear adversas consecuencias económicas y, en el caso de los crímenes yihadistas, consigue que el miedo trascienda las fronteras. Todo ello sin contar la escalofriante publicidad que obtienen con sus acciones.
Hay ciudadanos que en sus escapadas prefieren visitar lugares alejados de las rutas más frecuentadas por el turismo convencional. Yemen era uno de estos destinos. Pero hay muchos otros en territorios a los que, salvo en la formalidad del mapa, no llega la autoridad del Estado o que se encuentran en zonas de conflicto o de guerra. Casi con total certeza, las víctimas del atentado de Yemen no fueron seleccionadas en función de su nacionalidad, sino que los yihadistas pretendían golpear al primer grupo de occidentales que se cruzara en su camino, y éstos fueron españoles. Atacarles no sólo formaba parte de su particular guerra contra el Gran Satán, sino que, además, constituía un brutal desafío a las autoridades locales. Ha pasado anteriormente en otros destinos turísticos, como Marruecos, Bali o Jordania. Los autores de diversas matanzas, como la de los seis alemanes que en 1997 fueron asesinados en Egipto, sabían que alcanzaban así no sólo a unos occidentales, sino que hacían mella en una de las fuentes de ingresos más necesarias para el desarrollo del país. A raíz de ese atentado, las autoridades egipcias reforzaron la protección de los turistas, pero los ataques no se detuvieron, como demuestra el que dejó 88 muertos en Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo.
El Ministerio de Asuntos Exteriores español actualiza regularmente una lista con el grado de peligrosidad de algunos destinos, que no por casualidad suele coincidir en gran medida con la de los Estados fallidos, y ha actuado con celeridad para atender a los supervivientes del atentado en Yemen y repatriar a los cadáveres. Internet es una fuente prácticamente inagotable de datos sobre los diversos destinos del turismo de riesgo. Es decir, que información no falta sobre los riesgos de algunos destinos; las ganas de ver lugares y gentes diferentes, tampoco. El resto corresponde a la libertad de decisión de cada cual.
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