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Columna
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Vacas, Audis y otros Mitos

Con una sencilla división, cualquier lector que se pase por alguno de los concesionarios de coches del país podrá comprobar que, a los precios de catálogo, el precio del kilogramo de Audi A4 sale a unos 20 euros. De la misma forma, a lo largo de esta primera quincena de julio cualquiera que vaya al supermercado comprobará que el precio del kilo de bife de lomo argentino se vende por 23 euros. Lo anterior no es un mero ejercicio de comparación estática de precios de dos bienes de lujo, uno claramente relacionado con la tecnología -por aclarar conceptos, el coche- y otro con las materias primas -el bife-. También es una forma -admitámoslo: barroca- de ilustrar con una imagen lo que pudiera ser el epitafio de unos de los mitos más queridos de la teoría del intercambio desigual: la tendencia secular al deterioro de los términos de intercambio del comercio de los países periféricos con el mundo desarrollado. Ahora -tras la irrupción de China e India en el comercio mundial y tras la Revolución de la Productividad agrícola en los emergentes- sabemos que un kilo de lomo puede valer más que un kilo de descapotable de lujo. O, en términos más generales, que un kilo de tecnología puede ser más barato que un kilo de materias primas de primera calidad.

"Por primera vez en toda una generación, 25 años, Latinoamérica lleva aumentando su producto, renta y nivel de empleo sin interrupción"

En otros lugares de la economía global, el derrumbe de lo que hoy sabemos que no era una teoría científica sino sólo una "ocurrencia" más, hubiere sido recibido con fanfarrias y con anuncios sobre el brillante porvenir que inevitablemente se cernía sobre el continente. Al fin y al cabo, con esos nuevos precios relativos es posible imaginar que también en Latinoamérica más comercio y más integración en la economía global equivaldrán a más desarrollo y menos pobreza, y no al revés. Pues ni modo. La mayor parte de los "especialistas" en la región se han aprestado a señalar que no hay por qué echar las campanas al vuelo. Que los precios de los commodities -entre ellos, del bife- se pueden despeñar en algún momento. O que ahora que las cosas del campo van bien, los Gobiernos populistas pueden expropiar los ranchos. O prohibir las exportaciones. O vaya usted a saber qué. Pareciera como si lo importante -y lo más elegante- fuese seguir siendo pesimista.

Lo tienen mal los profesionales del lamento. La región está yendo a mejor. Crece al doble que en los últimos 30 años y con la inflación más baja de la historia reciente. Por primera vez en toda una generación -25 años- la región lleva aumentando su producto, renta y nivel de empleo sin interrupción y, salvo cataclismo mundial, lo seguirá haciendo al menos otros dos años. Y eso no había pasado jamás. Todo es nuevo e innovador. Tanto que a lo mejor también alguien cae que no se puede ser tan altanero y malaje como para predecir que también haciendo las cosas bien en la región va a pasar lo mismo de siempre.

No está pasando. Nadie lo está viendo. El porcentaje de población por debajo del umbral de la pobreza ha caído entre 2003 y 2007 cinco puntos porcentuales, lo mismo que en los 10 años precedentes. La renta per cápita promedio está al borde de los 10 mil dólares de paridad de compra. Wall Street compra la mejora de la economía de la región y vende sus activos financieros y reales: la inversión directa -la misma que nunca volvería a remontar tras la "finalización" de las privatizaciones- en 2006 superó los 42.000 millones de dólares. Las reservas internacionales -ya por encima de los 300.000 millones de dólares- están hoy al mismo nivel que todos los pasivos externos de los Gobiernos y sectores públicos de la región. Sí. Han leído bien: la deuda exterior pública de las siete principales economías de la región no es significativamente distinta de sus activos internacionales. Y en Chile y Brasil, los activos externos son ya mayores que los pasivos. La "crisis" de la deuda exterior ha quedado atrás para las economías más pobladas y vibrantes de la región. Las agencias de rating se aprestan para revisar al alza las calificaciones de los países, y bien pudiera pasar que en menos de 12 meses, en la región hubiese cinco países con el grado de inversión: Brasil, México, Chile, Colombia y Perú. Todo está preparado para el espectáculo del crecimiento que prometió Lula. Jueces y cronometradores a sus puestos. Pesimistas a los suyos.

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