Estimulante artificio
El forastero que entra en un bar armado con una tímida sonrisa para contrarrestar a modo de bandera blanca el desconocimiento del medio es una escena clásica de variados géneros cinematográficos, entre ellos dos tan distintos como el western y el terror. En Yo, desasosegante debut del español Rafa Cortés en el largometraje, con guión del propio realizador y de Álex Brendemühl, la secuencia se utiliza para ilustrar un drama psicológico con toques de intriga, que aunque posee ciertos elementos enraizados en clásicos modernos como Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971) y El quimérico inquilino (Roman Polanski, 1976), mantiene una puesta en escena que en todo momento resulta fresca, original, personalísima.
YO
Dirección: Rafa Cortés. Intérpretes: Álex Brendemühl, Margalida Grimalt, Rafel Ramis, María Lanau. Género: intriga psicológica. España, 2007. Duración: 100 minutos.
Ambiciosa (quizá a un paso de la excesiva pretensión), muy potente visualmente aunque muy caprichosa en el aspecto narrativo, la película es un continuo golpe en la paciencia del espectador, que no pocas veces se verá perdido por el mecanismo de pistas falsas y reflexiones psicológicas mostrado por el joven director. Cortés es capaz de convertir en el mayor de los misterios la compra de una botella de whisky, el arreglo de un depósito de agua y hasta una simple partida de cartas, pero la audiencia hará bien en no conceder importancia a la posibilidad de atar los continuos cabos sueltos. La utilización de una machacona música disonante de piano y de una fotografía en la que predomina siempre el gris otorga coherencia formal a un experimento en el que el rigor narrativo nunca se encuentra entre sus prioridades.
En Yo, un pequeño pueblo mallorquín se transfigura en una especie de Transilvania al borde del mar; sus habitantes, en vampiros prestos para chupar más el cerebro que la sangre; el loco del lugar, en un Renfield capaz de ejercer de mediador entre dos mundos... Así, la crisis de identidad que, conforme avanza la historia acecha al recién llegado, se desarrolla como un juego de espejos en el que su vida parece haber sido vivida ya en su propia casa y por otro hombre llamado como él.
¿Reencarnación? ¿Asimilación? ¿Demencia? Por momentos algo cargante, pero siempre interesante, Yo se convierte así en una propuesta tan artificiosa como estimulante.
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