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Columna
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Las flores del mal

Hay cosas que no cambian en verano. Vuelven los Rolling Stones a llenar los estadios, el Orgullo Gay celebra su desfile de carrozas en Madrid, el Celta de Vigo enfila otra vez el camino de Segunda División y miles de peregrinos con sandalias convergen en la fe del Camino de Santiago o del Festival de Bénicassim... El mal acecha en todas partes, la mugre sale a la luz del sol. Es hora de mostrar los tatuajes, de sacar la lengua, de adornar el ombligo, de afilar las uñas, de perder la fe... Es la hora del diablo.

Monseñor Cañizares, cardenal arzobispo de Toledo, que considera a Keith Richards una satánica majestad más que sus millones de fans, ya lo ha dicho a las claras en medio de este calentamiento atmosférico: "Impartir Educación para la Ciudadanía es colaborar con el mal". Así que el próximo curso nacerá de nuevo con un cisma moral como viene siendo habitual desde que Zapatero está al frente del contubernio. Cañizares, como la mayoría de una Iglesia que sigue siendo financiada en gran parte por este gobierno aconfesional, llama incluso a la desobediencia. Temen perder clientela y eso que han fichado a Tony Blair. Miles de escolares tendrán pues debate en el salón de su casa con las llamas del Averno saliendo de la tostadora y el rosario de la abuela pendiendo sobre la cabeza del atribulado escolar.

A todas esas familias recordarles, sin ánimo de venganza, que todos los mártires de la Formación del Espíritu Nacional, no hace mucho tan obligatoria como las Matemáticas, aprendimos a cantar el Cara el Sol, a levantar el brazo con el saludo fascista a escupirle a la cara a los afeminados y a contribuir al mantenimiento de una dictadura que leyó el Evangelio siempre de la parte de los poderosos olvidando la letra de Lucas, Mateo, Marcos y Juan. Sin rechistar. Recordarle a Cañizares que durante muchos, demasiados años, nuestra conciencia moral fue rehén de un Estado nacionalcatólico que utilizó el púlpito como tribuna propagandista y persiguió a los herejes de entre sus filas confinándoles en África y América, con las tribus del corazón de las tinieblas. Hoy, vive Dios, sólo se trata de saber respetar al emigrante y conducir por la derecha, saber qué es la sostenibilidad y el reciclaje, darse cuenta de lo mucho que significa la diversidad si queremos sobrevivir como planeta, más allá de credos y niveles sociales de cada uno, pero no, no lo ven así, porque a ellos les pica la moral. Es más, nadie en su sano juicio duda que personajes de raíz cristiana como José Antonio Marina o Gregorio Peces Barba van a llamar desde dichos manuales a la inmoralidad o que aquí se va a armar la de Lutero. Pero aún hay más: seguirán teniendo en la religión católica una enseñanza respetable, que nadie dice que haya que quemar los conventos y saquear los colegios, ni mucho menos, ni tampoco en España se ha prohibido el velo de ninguna confesión. O sea, que todo el problema se reduce a una simple cosa: la Conferencia Episcopal teme que los feligreses se conviertan en ciudadanos y que los ciudadanos dejen de ser feligreses.

Otros muchos más templados que Cañizares ya ven en la Educación para la Ciudadanía un rebrote republicano y yo me pregunto por qué en España ser republicano es una herejía de tal calibre si hay personajes que lo son en el mundo y bastante recalcitrantes como George Bush, Angela Merkel, Álvaro Uribe o esos gemelos Kaczynsky que han surgido de un rebrote también de la intolerancia ultracatólica en un país como Polonia abonado siempre a la dialéctica entre la catástrofe y los milagros (están investigando ahora el accidente de Robert Kubica por intercesión divina de Juan Pablo II).

Todo indica que la meteorología nos ahorrará en Galicia otro verano dominado por las llamas del infierno pero aún así estén preparados: hay deseos de echar leña al fuego y si no arden los montes que ardan al menos los herejes. Todos esos herejes que quieren convertir el gallego en una lengua oficial, los que quieren dar derechos a los gays y acogida a las mujeres maltratadas, todo esos herejes que recogen una patera a la deriva en alta mar y no encuentran puerto, todos los que pretenden paralizar el brutal choque de esas 800.000 viviendas que se amasan en todo el litoral.

O Cañizares se equivoca o confunde la mala educación con la Educación para la Ciudadanía, no discierne entre el Vaticano II y Pedro Almodóvar. Arrecia pues el mal y Rodrigo Rato ya ha vuelto de América para leernos el Evangelio del Banco Mundial, esa otra gran institución benéfica: hacer que los peces se conviertan en ladrillos. Permanezcan atentos al milagro.

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