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Reportaje:

El cruce de Picasso y el marchante

El Museo de Bellas Artes expone la colección de cien grabados que componen la 'Suite Vollard'

El marchante Ambroise Vollard organizó en 1901 la primera exposición del joven Picasso en París. Su olfato para descubrir los caminos por los que discurriría el arte del siglo XX era inmejorable: por su galería pasaron Cézanne, Matisse o Gauguin cuando todavía eran unos desconocidos. Interesado en las estampas y dibujos desde sus comienzos en el mercado del arte, dedicó a la tarea de la edición buena parte de su actividad a lo largo de 45 años. Proponía a los artistas que realizaran litografías o grabados, animando incluso a quienes nunca se habían planteado dedicarse al arte gráfico, e intentaba que los aficionados a la pintura se interesaran por ellos.

Picasso realizó una larga serie de grabados en distintas técnicas entre 1930 y 1936, un proyecto a largo plazo que acabó un año más tarde en manos de Vollard. Esta colección de estampas, 97 piezas más tres retratos del marchante, recibirían posteriormente el nombre de Suite Vollard. El centenar de grabados de la Suite Vollard se expone desde ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, dentro de su programa El papel del arte, que desde 2005 permite oponer en valor la obra sobre papel, que para garantizar su conservación no pueden ser expuestas de forma permanente.

La colección incluye un centenar de estampas, realizadas en su mayoría con la técnica del aguafuerte

La Suite Vollard, que permanecerá en las salas del museo hasta el próximo 23 de septiembre, pertenece a Bancaja, entidad que cuenta en sus fondos con otras seis series completas de grabados de Picasso. Entre ellas, están la Suite 156, Los fumadores y Caja de remordimientos, que pudo verse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao hace dos años.

El neoclasicismo marca la unidad del centenar de grabados de la Suite Vollard, en los que Picasso plasmó los temas centrales de toda su obra. Los más importantes, por el número de piezas que reúne, son el mito del minotauro (15 grabados) y el taller del escultor (46 grabados), en una etapa, la primera mitad de los años 30 del siglo XX, en la que el artista está volcado en la creación de esculturas en su taller de Boisgeloup. Además de estos dos ejes principales, la serie suma también otros grabados dedicados a Rembrandt y a la batalla del amor.

Los tres retratos del marchante que finalmente se sumaron a la Suite Vollard son la muestra de un proyecto que quedó inconcluso. Picasso le sugirió a Vollard realizar un retrato en cada visita que le dedicara hasta formar una serie. La muerte de Vollard frustró el plan del artista, cuando sólo había plasmado en tres ocasiones el rostro del galerista. Su inclusión en la suite permitió, sin embargo, redondear el número de piezas y llegar al centenar de estampas.

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Picasso se entregó con pasión al aprendizaje de las técnicas de estampación, hasta llegar a dominarlas. "Picasso era el más grande a causa de su misma simplicidad", dijo el Jacques Frélaut, uno de los propietarios del taller de estampación donde el artista se introdujo en los misterios del grabado. "Tenía una alegría de grabar que no habría dejado a nadie el cuidado de crear en su lugar. Estaba familiarizado con todas las técnicas por el gran amor y el entusiasmo con el que trabajaba. Su arte de grabar era un combate. No había medio de parar esta lucha. No se encontraba contento con su trabajo hasta el momento en que podía mostrar los cientos de estampas sobre el tablero".

Picasso practicó todas las técnicas de grabado a lo largo de su prolífica carrera. La más utilizada en la Suite Vollard fue el aguafuerte, con la que realizó más de las tres cuartas partes de la serie, sin duda por su inmediatez y la rapidez de ejecución. El aguafuerte consiste en dibujar con una punta metálica una plancha de cobre protegida por un barniz, que posteriormente se introduce en un baño de ácido. Los trazos abiertos con el dibujo son mordidos por el ácido. Entonces se entinta la plancha y se procede a la estampación.

También utilizó la variedad de la técnica de punta seca, más delicada que el aguafuerte, que se realiza dibujando con una aguja directamente sobre la plancha de metal. Para las últimas estampas de la serie Picasso experimentó con el aguatinta al azúcar, una técnica más compleja, con el que se obtiene el efecto de pinceladas oscuras sobre el fondo blanco del papel.

La edición definitiva de la Suite Vollard fue estampada en París en 1939, poco antes de la muerte del galerista que le dio nombre. Durante la II Guerra Mundial un marchante de estampas de París adquirió gran parte de la colección, que puso a la venta. Las planchas de cobre se mostraron por vez primera al públicó en 1979, antes de entrar a formar parte de los fondos del Museo Picasso, de París. La serie que se expone ahora en Bilbao pertenece a una edición realizada en la década de los sesenta del siglo XX.

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