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Sólo uno de tres testigos reconoce al detenido por el triple crimen de La Pobla

Vladimir Rausell no salió de Picassent. La rueda de reconocimiento prevista para ayer en el juzgado de Llíria que dirige la investigación se hizo por videoconferencia. El detenido permanece en el penal en condición provisional por matar a su ex pareja, Sandra Corral, a la madre de ésta, Julia Manzanera, y a su primo Ramón Gimeno el 29 de mayo pasado. Hubiera seguido. De hecho, se disponía a matar a una cuarta persona cuando fue detenido en Valencia, en la zona de Blasco Ibáñez. Vladimir se tiñó el pelo, preparó una mochila y se levantó un lunes con la venganza como objetivo. Sandra Corral, la que había sido su novia durante tres años, ya no quería ni verle. Su primo Ramón le reprochaba que la acosara, la llamara, la atosigara. El detenido, de origen ucraniano, huérfano desde los nueve años, en un orfanato hasta los 15 y en el seno de una familia acomodada de La Pobla de Vallbona, degolló a su ex pareja y a la madre de ésta. Manipuló los cuerpos incluso después de darles muerte. Y se dirigió caminando a casa de su primo Ramón, con quien le unía una estrecha relación. Entró en la casa y la incendió. Dentro estaban Ramón, su madre -hermana de la mujer que adoptó a Vladimir y a su hermano Ígor, dos años menor- y la abuela. Ramón murió a consecuencia de las quemaduras que sufrió mientras salvaba la vida de su madre. Eran las siete de la mañana y alguien vio salir corriendo a un joven del portal justo antes de que se produjera el incendio.

Ayer, tres vecinos fueron al juzgado de Llíria a reconocerlo. Vladimir levaba el pelo teñido de moreno. Por eso al principio nadie lo relacionó, nadie pensó en él. Ayer, en la rueda de reconocimiento, uno de los testigos dijo sin dudar que Vladimir era el joven que vio aquella mañana. Otro lo negó y el tercero no pudo manifestarse porque le asistían dudas sobre la identidad.

Vladimir permanece en la enfermería del penal de Picassent, en preventivos. Está ahí por si tuviera tentativa de suicidio. Hasta el momento, y según fuentes próximas, se ha adaptado perfectamente a la vida en prisión, se relaciona con absoluta normalidad, como si lo ocurrido no tuviera nada que ver con él. No ha dado muestras de flaqueza ni ha planteado problema alguno. Desde que entró, no ha recibido visitas. Su padre adoptivo sufrió una dolencia coronaria cuando conoció lo ocurrido. La familia se mantiene al margen.

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