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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pero ¿cómo? ¿Nunca han estado en 'Catalunya en miniatura'?

Hoy me he levantado con un sobresalto. ¡Pero si no he estado nunca en Catalunya en miniatura! Nada, nada, me he dicho. Vete para allá como los turistas. Así que engaño a unos incautos para que me lleven en coche y nos vamos para Torrelles de Llobregat. Nada más llegar, nos recibe un recortable gigante que representa a Gulliver. Entramos, cogemos el mapa que nos entrega un amable señor y empieza la maravilla. (Se puede coger un trenecito, pero nosotros preferimos recorrer Cataluña a pie).

Al entrar, me encuentro con un panel en tres idiomas, catalán, español e inglés, que procedo a leer: "En Cataluña destaca la producción de postres: roscón de Reyes, pan de san Jorge, crema catalana de san José...". En inglés, en cambio, también destacamos por la escudella.

Empezamos. Las maravillas de Catalunya en miniatura no están ordenadas según su situación territorial, de manera que podemos saltar de la Sagrada Familia a Montserrat en un plis. Lo primero que me encuentro, pues, es el Euromed. Aprieto un botón y ¡sorpresa! Funciona. Lo pongo en marcha, en serio. Y no descarrila ni nada. Supongo que está bien que en Catalunya en miniatura parezca que los trenes, aquí, circulan con normalidad. Digo yo que cuando el AVE llegue a Barcelona, Catalunya en miniatura va a tener que modificarse ligeramente. Tendrán que construir la estación del tren y, sobre todo, derruir la Sagrada Familia, la Pedrera y mi casa. (Esto hará que los turistas desaparezcan momentáneamente de la ciudad, por lo que yo estoy a favor del AVE aunque tenga que vivir debajo de un puente). Pero no adelantemos acontecimientos. Mientras esto no ocurre, les diré que la Sagrada Familia no tiene las famosas y también sagradas grúas, pero no está acabada. De hecho, en Catalunya en miniatura todas las obras de Gaudí están juntas. Incluso El capricho, que se encuentra algo lejos.

Un momento de máxima emoción se produce al ver el campo del Barça. Lo primero que hago es apretar un botón para oír ese himno que tanto dolor nos ha causado recientemente. Por lo que veo, ay, nuestro equipo juega contra el Madrid. Y por lo que veo también, ha sido un encuentro guarrote. El Barça juega con 10 hombres y el Madrid con ocho. Cuántos expulsados... Así que, para no sufrir innecesariamente, salto hasta un lugar donde puedo recibir consuelo espiritual: la montaña de Montserrat. Aprieto el botón, me recojo y escucho el Virolai. "Rosa d'Abril, morena de la seeerra...". Esto me da fuerzas para continuar mi viaje y, ya ven, me planto en el acueducto de Tarragona, que, por cierto, funciona. Lleva agua.

Y, lo que son las cosas, al cabo de nada me encuentro con la redacción del diario EL PAÍS. No la que tenemos ahora en la calle de Consell de Cent esquina con Rambla de Catalunya (lo digo por si quieren traerme personalmente esos jamones que me prometen a veces), sino la antigua de la Zona Franca. No hay botón para apretar, pero yo, para mis adentros, elevo una canción de peloteo a mi jefa de las Crónicas, la que me permite ir a Catalunya en miniatura y contárselo a ustedes.

Dejo a un lado La Rambla, que está llena de viandantes, algunos de ellos, por cierto, en el suelo. (Será que les acaban de atracar o que vienen de una despedida de soltero y ya se han emborrachado). Paso por delante de la catedral, donde hay un grupo de señores que bailan una sardana. Me paro un rato en el estanque de Banyoles, donde -apretando otro botón- puedo hacer que funcionen las lanchas. Y a lo lejos, diviso el aeropuerto. Voy volando, a ver si por allí me encuentro a los clásicos sufridos vecinos de El Prat con tapones en los oídos. El botón que aprieto sirve para mover un camión que trajina entre los hangares. Los aviones, sin embargo, no son de compañías de bajo coste. Seguro que cuando se creó Catalunya en miniatura todavía no existían. También echo en falta las habitaciones llenas de maletas extraviadas que el otro día salieron en el programa de Cuní.

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Sigo caminando por los lugares emblemáticos de ésta nuestra tierra y escucho a unos turistas madrileños que comentan lo que ven. Sobre la Sagrada Familia, el hijo exclama: "Me han dicho que la de verdad es cantidad de guapa...". (Es lo que yo pensaba en Las Vegas al ver la Torre Eiffel). Les dejo, y me paro en un lugar que, sin ser demasiado famoso, está aquí. Y si está aquí es por algo. Se trata de la gasolinera Petromiralles, a la que pienso ir próximamente. Y siguiendo con las empresas que tienen representación en Catalunya en miniatura, me topo con la empresa Bimbo (a la que en mi niñez íbamos a comprar pastelitos con tara, que salían mejor de precio). Y también con un restaurante llamado Ca'l Pupinet. Me parece curioso, les digo la verdad, que Ca'l Pupinet esté aquí y, en cambio, no esté El Bulli. Del mismo modo les digo que si en este lugar han representado a la acreditada casa de embutidos La Piara (delante de la cual me paro y me concentro, por las muchas veces que he consumido foie-gras a su salud) y, sin embargo, la famosa Casa Tarradellas no está. Con lo bien que quedaría la abuela Tarradellas con su nieto aquí, elaborando pizzas y mixtos. Pero no es la única cosa que falta en este lugar. ¿Y La Bruixa d'Or? ¿Y la cementera Asland? ¿Y el Fórum? ¿Y Woody Allen localizando exteriores?

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