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Entrevista:LOURDES GARCÍA SOGO | Arquitecta y urbanista

"Valencia tiene que ser una ciudad para vivir y veranear"

Miquel Alberola

Lourdes García Sogo (Valencia, 1959) siempre está reflexionando sobre Valencia. Y trata de esforzarse por hacer su trabajo concreto sin pensar en la ciudad para evitarse la angustia que le produce tener una idea tan clara sobre qué hacer para aprovechar mejor sus posibilidades. Está convencida de que en este momento es una de las ciudades "mejor situadas" para afrontar el futuro con grandes posibilidades. Sin embargo, la arquitecta y urbanista, centrada en la transformación que sufren los espacios con las infraestructuras y autora de destacables trabajos que hoy se consideran patrimonio exclusivo de la ingeniería, padece por si el reto que tiene planteado la ciudad no se conduce por los cauces adecuados.

"La ciudad sólo es más rentable cuando es mejor (...) Mientras en Valencia no se veranee mejor que en Ibiza, lo estamos haciendo mal"
"Si la alcaldesa quisiera, mañana los cinco carriles de las calles se podrían convertir en tres para bici y dos para coches. Y fuera emisiones"

Pregunta. La ciudad está bonita. Lo dice la gente.

Respuesta. Porque se han hecho mejoras puntuales en la nueva ciudad y, por fin, se ha integrado la dársena interior. Pero hay mucha gente que vive en barrios malos, feos y que por ahora se conforma con tener una casa. Se ve lo positivo porque no hay una ciudadanía exigente. Y no la hay porque no se da información sobre lo que se hace en la ciudad. Se dan noticias y los ciudadanos las asumimos como buenas o malas. No hay crítica.

P. ¿Quién decide que Valencia sea así y no de otro modo?

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R. La alcaldesa es la que más manda. Dentro de su ámbito los alcaldes mandan casi al cien por cien. Si la alcaldesa quisiera, mañana los cinco carriles de las calles se podrían convertir en tres para bicicletas y dos para coches, o uno. Y fuera emisiones.

P. ¿Los políticos escuchan a los técnicos?

R. Es evidente que no. Al menos no a los serios, a los que escuchan a los científicos.

P. ¿Influyen más los promotores?

R. Claro, pero como consecuencia de eso. El trabajo principal de los promotores, con los que yo estoy siempre, es buscar solares. Cuando no los tienen, si tienen un político al lado que está dispuesto a dárselos, por supuesto que se lo van a proponer. Aquí se están haciendo solares sobre nuestro patrimonio arquitectónico, en la Tabacalera y El Cabanyal, o sobre nuestros equipamientos, el Mestalla, o sobre nuestros jardines previstos, el Parque Central, que se ha disminuido sensiblemente, y sobre todo sobre nuestro paisaje, los tres paquetes de huerta que le quedan a la ciudad.

P. ¿Es un error?

R. Sí. Esta ciudad en el siglo XX cometió errores que debemos corregir. Es lamentable pero comprensible que Valencia fuera arrasando sus huertos al extenderse, porque era una ciudad asentada sobre un maravilloso e inmenso jardín y, claro, nadie piensa que se pueda echar de menos la arena en el desierto. Pero en los últimos 20 años del siglo XX, las ciudades sensatas, abandonaron el modelo de arrasar y arrasar para convertirlo todo en un conjunto de casas y calles que podrían estar en cualquier lugar porque borran cualquier huella de la geografía. En Valencia parece que no somos sensatos porque seguimos arrasando nuestro jardín, como si esto fuera preciso hacerlo.

P. Con todo, ¿Valencia es una ciudad poco valorada por los valencianos?

R. Una cosa que ha hecho bien la alcaldesa es poner en valor muchas cosas de la ciudad. O al menos a mí me lo parece. El Palau de la Música, el Jardín del Turia, el Paseo Marítimo, el IVAM, es decir, los proyectos del PSPV, y la Ciudad de las Ciencias, que guste o no, fue el gran proyecto de Lerma que con algunos cambios el PP asumió y acabó... Pero creo que esta positiva valoración no ha sido del todo bien enfocada porque se centra en valorar las cosas que la ciudad hizo desde la democracia, pero no lo que ya tenía: su geografía inigualable, un jardín geométrico, la huerta, que llega hasta magníficas playas de la parte más occidental del Mediterráneo, y su centro histórico.

P. ¿Qué valores tienen?

R. Casi nadie tiene un centro histórico como éste. Pensemos que el turismo ya no es solo europeo. Otra particularidad es la huerta que ha quedado dentro del área metropolitana. Aún queda la suficiente para que la ciudad no pierda su historia si se le da un cometido preciso, ser nuestro jardín. Pero dentro de dos años ya no lo será. Y otra son los poblados marítimos, gracias a los cuales nuestra ciudad aún no se ha convertido en un reducido centro histórico y un ensanche que ha ido creciendo de forma vulgar y uniforme hasta el mar. Estas son las tres cosas que deben protegerse y recualificarse y que están más que en riesgo. Las pone en peligro el discurso patán que busca el dinero corto. Porque la ciudad sólo es más rentable cuando es mejor. Valencia tiene que ser una ciudad para vivir y veranear. Mientras no sea una ciudad en la que se pueda veranear mejor que en Ibiza, lo estaremos haciendo mal. Esto sería muy fácil de conseguir y todos estos pantalanes que se están haciendo se llenarían de los barcos que ahora nos visitan.

P. ¿Qué habría que hacer?

R. Tenemos el Jardín del Turia que debe desembocar en el mar. Tendríamos entonces un jardín y una playa unidos por la dársena interior.

P. Y un puerto que quiere crecer el doble de lo que es.

R. Si las ampliaciones merman las playas de Pinedo y de El Saler, y las operaciones de la dársena la de la Malva-rosa, me parece que no hay que aumentar un centímetro más. Habría que resolver esto, rodear la huerta, blindarla en grandes parques urbanos, valorar nuestras playas e hidratar y quitar calor a la ciudad, poner árboles, quitar coches. Quitar muchos coches y hacer sombra.

P. Usted fue muy crítica con el paseo marítimo.

R. Siempre pensé que era mejor opción que las casas de la Malva-rosa atracaran en la playa directamente, como en California; aunque reconozco que la playa tiene mayor presencia desde que está el paseo. El error que cada vez veo más claro es que todo el dinero que se invirtió en el paseo debería haberse destinado a rehabilitar y recualificar El Cabanyal. Esto hubiera salvado el barrio. Llevamos años esperando la integración de la dársena interior en la ciudad. Yo esperaba que una vez hecho esto se abandonaría el discurso absurdo de cortar El Cabanyal por la mitad con el paseo de Blasco Ibáñez por pura evidencia. Valencia sale al mar por donde debía salir geográficamente, que es el río, y por donde ha salido siempre, que es la avenida del Puerto y su conexión con la dársena y el paseo marítimo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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