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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El virus europeo

En esa larga cuarentena que uno ha vivido -más de un mes- con esta descomunal obra de Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943), el libro de sus libros (al parecer tiene muchos escritos, uno nada sabía de ellos; uno nada sabía de él, y mejor así: la entrega, desmesurada como lector, ha sido mayor), he buscado ojos de buey por donde oler el salitre de la vida, he sacado las manos por ventanucos minúsculos de inmensos patios de vecindad, y estos ojos de buey, estos ventanucos han sido -durante la cuarentena- las estupendas novelitas de Henry James que va publicando El Funambulista, como ¡Pobre Richard! o Un episodio internacional, y en la solapa de esta última me entero de que el neoyorquino se vino al viejo continente enfermo del "virus europeo". Pues bien, salgo de esta gratísima cuarentena -mil ciento y pico de páginas- considerando que este tal Wiesenthal, español errante, trotamundos enfebrecido, lleva toda la vida infeccionado del "virus europeo". Si hubiera que premiar la obsesión europea, destacar un fervor más electrizante por esta vieja Europa, qué duda cabe que este tal Wiesenthal bien puede dar un paso adelante y recoger el medallón. Él sí que ha raptado, en este mamotreto, a Europa. Se confiesa escritor memorialista, y lo es, y rastreador de lugares con alma, y enciclopedista sin peluca que se ha escrito, él sólo, viajando, leyendo, inmovilizando curiosidades, toda la cultura europea, barnizándola con una cierta melancolía esnob; una cultura que va desde la pérfida Albión, a la que abandona en el Orient Express o en el Queen Elizabeth -of course!!-, hasta desaguarse en el Danubio. Salta a Marrakech, a Nueva York o Estambul, que son los confines del imperio -más allá, los bárbaros-, pero vuelve una y otra vez a Roma y a París, a Venecia y a Dublín. Viaja por los libros que ha leído y utiliza de combustible las experiencias que ha vivido: mujeres, gatos, casas, cafés, callejuelas, ruinas, monumentos. Se le mezclan los yoes y las edades, se cuela entre los libros y deja que los pintores, poetas, reyes, cardenales, mujeres, se apoderen de sus páginas. Visita cafés de siluetas, sombras y auras, donde el lector cree -a veces- que puede descansar; pero el enciclopédico autor de esta novela oceánica que aborrece el epiléptico viajar de los turistas de hoy -recorre él las culturas europeas a contracorriente- y se le eriza el cabello si se le confunde con un guía turístico, no nos permite ni un baño de asiento. Y eso que Wiesenthal, en este estimulante desparrame erudito europeo, a veces nos sorprende, para que nos tomemos un respiro, con frases como "los grandes viajes deberían iniciarse siempre en Victoria Station, donde la caoba se convierte en mahogany y comienzan las novelas románticas" o afirmaciones -que a lo mejor hasta son ciertas y todo, qué sabe uno- como que a las mujeres "las mentiras (les) mantienen los dientes blancos". Tengo muchas más anotaciones de este tipo en las escasas hojas en blanco de cortesía de este libro, pero a quién le interesan mis ejércitos de hormigas a lápiz, si son mi cuaderno (particular) de viaje; hagan ustedes el suyo, si les place.

EL ESNOBISMO DE LAS GOLONDRINAS

Mauricio Wiesenthal

Edhasa. Barcelona, 2007

1.148 páginas. 36 euros

Estambul, con la mezquita de Santa Sofía al fondo.
Estambul, con la mezquita de Santa Sofía al fondo.BERNARDO PÉREZ

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