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Las gallegas cobran de media un 27% menos que los hombres

El Consello de Relacións Laborais constata el "sexismo" en el reparto del trabajo

La mujer gallega percibe de media un 27,3% menos de salario que sus compañeros varones, discriminación derivada de "una valoración diferencial, sexista e interesada de los puestos de trabajo". Ésta es una de las conclusiones que se extraen de un estudio promovido por el Consello Galego de Relacións Laborais presentado ayer en el marco de unas jornadas sobre 'Mujer y mercado laboral' en Pontevedra.

El presidente del Consello, Demetrio Fernández López, manifestó que las medidas previstas en la Lei de Igualdad de las Mujeres y la Lei de Igualdade e Traballo das Mulleres de Galicia tardarán todavía uno o dos años en resultar efectivas, aunque se prevé que tenga "un reflejo importante en las negociaciones colectivas". Estos convenios laborales son herramientas fundamentales para la consecución de la equidad entre hombres y mujeres, a través del aumento de permisos y la flexibilización de horarios que permitan la conciliación de la vida familiar y laboral.

El catedrático Jaime Cabeza Pereiro -responsable del estudio junto a la socióloga Cristina Justo, la experta en cuestiones de género Marta González y Fernando Lousada- apunta que los convenios colectivos, a pesar de que han avanzado, mantienen las tendencias discriminatorias de hace una década, tanto en lo que respecta al salario como a la promoción de empleo.

Que las mujeres cobran menos, sufren con mayor incidencia el desempleo y su trabajo sigue teniendo las características de la mano de obra secundaria es una realidad que tiene su punto de partida, según recoge el estudio, en un modelo social patriarcal. Éste dividiría el mundo en dos esferas: la productiva (ocupada por los hombres) y la reproductiva (adscrita a las mujeres), que "no está valorada en su justa medida ni económica ni socialmente". Prueba de ello es que se estima que el trabajo doméstico podría llegar a suponer el 40% del Producto Interior Bruto (PIB) de cada país desarrollado. En el caso de Galicia, el Instituto Galego de Estatística revela que en 2003 el valor añadido bruto generado por los hogares supone el 37% del PIB.

La participación de las gallegas en el mercado laboral se caracteriza por una menor presencia porcentual, la ocupación de puestos de menor cualificación así como más dificultades para acceder a un nuevo trabajo. Cabeza Pereiro destacó la escasez de demandas por discriminación laboral o salarial registradas en Galicia, y relacionó este dato con el papel insuficiente de sindicatos y entes públicos defensores de estos derechos.

En la media española

Dentro del panorama español, el índice de empleo femenino en Galicia se sitúa en un término medio frente a comunidades muy avanzadas como Madrid, Navarra, Baleares y Cataluña que superan el 50%, y las más rezagadas como Castilla-La Mancha, Andalucía, Extremadura o Cantabria, que están por debajo del 40%, según datos de 2003. En todo caso, el ritmo de crecimiento de la tasa de empleo es en Galicia inferior a la media española, aunque en 2005 se rompió la tendencia alcista del índice de paro. Pontevedra es la provincia en la que existe una mayor diferencia entre la tasa de actividad masculina y la femenina, 17,8 puntos porcentuales, mientras que Lugo se sitúa en el extremo contrario con 14,3.

La promoción profesional es otro de los aspectos en los que se evidencia la desigualdad. En la cúpula de dirección de las empresas gallegas más importantes sólo hay un 2,5% de mujeres, una cifra que sube ligeramente si se tienen en cuenta los cargos de representación o la dirección de departamentos. Otro tanto sucede en la universidad, donde las catedráticas suponían el 18,5% en 2004..

El documento señala que la situación actual evidencia una protección legal "insuficiente" del embarazo y la maternidad frente al despido, al igual que sucede con el acoso sexual, moral o laboral por razón de sexo. En opinión de la socióloga Cristina Justo, una de las responsables del estudio, la discriminación por este motivo es más visible en el ámbito laboral, donde las mujeres sólo reciben una décima parte de los ingresos mundiales a pesar de que realizan dos tercios del trabajo.

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