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Reportaje:

Las mafias se hacen más cautas

Las organizaciones criminales afincadas en la Costa del Sol intentan pasar desapercibidas tras las últimas grandes operaciones policiales

Juana Viúdez

"Ése es malo, ése también, y aquél es muy probable". Un policía especializado en crimen organizado no puede dar un paseo por las zonas más visitadas de Puerto Banús (Málaga) sin cruzarse con rostros que ya forman parte los archivos policiales o con los que terminará topando tarde o temprano. En sus gestos, su forma de relacionarse, la forma de vestir y comportarse advierte ademanes propios de maleantes. La Costa del Sol es uno de los lugares preferidos por los delincuentes para vivir y para comandar organizaciones criminales, especializadas principalmente en tráfico de drogas. Sólo en Marbella, los agentes contabilizan 500 de estas caras conocidas.

"En los primeros gobiernos del GIL algunos llegaron a Marbella y fijaron su residencia porque se sentían protegidos por el estamento político", cuenta un agente de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco). "La forma de vida les gustó y comenzaron a dirigir sus organizaciones desde aquí", añade.

Tras la enorme repercusión de las últimas operaciones contra el blanqueo de capitales y el caso Malaya se han vuelto más cautos. Los líderes siguen disfrutando de grandes comodidades, pero ya no están tan tranquilos. Se han dado cuenta de que ya no pueden airear sus vidas de lujo sin control.

La costa malagueña goza de una estupenda situación estratégica aprovechada históricamente por los maleantes. Forma parte de un triángulo con Marruecos y Gibraltar que les facilita enormemente la actividad. El primer destino se utiliza para introducir droga y armas en Europa y el segundo, por su condición de paraíso fiscal, para blanquear el dinero de negocios ilegales. "Gran parte de ese dinero sucio se ha empleado para abrir bares o restaurantes que realmente no funcionaban, pero que servían a las mafias para justificar sus movimientos económicos", mantienen fuentes policiales.

En los últimos años, se ha invertido sobre todo en ladrillo, algo que está aflorando con numerosas operaciones policiales contra el blanqueo de capitales como Ballena Blanca o Hidalgo.

Al igual que la sociedad, los delincuentes se han globalizado. "Funcionan como empresas y se dedican a lo que más margen de beneficio les aporta", explican fuentes policiales. A pesar de ello, los investigadores sí que encuentran diferencias en sus formas de relacionarse con los demás. En tren de vida y discreción ganan los clanes de origen ruso. "Suelen vivir en grandes residencias alejadas de los centros de población y no llaman nada la atención".

Los británicos, los primeros en asentarse en la Costa del Sol, no destacan precisamente por su buen gusto. "Hemos estado en registros de mansiones valoradas en varios millones de euros que por dentro estaban hechas una cochambre", señala un agente. A los miembros de organizaciones criminales de origen árabe les pierde la opulencia y no dudan en rodearse de mujeres espectaculares, coches de lujo o residencias ostentosas. Los holandeses, especializados en tráfico de drogas sintéticas, se mimetizan con el ambiente. Son los grandes desconocidos.

"Nuestro trabajo es detectar modos de vida que no se justifican", señala un inspector con décadas de experiencia persiguiendo mafias en la Costa del Sol. "Si ves a una persona que acaba de pagar una villa de un millón de euros y descubres que en Inglaterra se dedicaba a arreglar pinchazos de bicicletas... anda en algo turbio", añade.

El paso siguiente es conseguir permiso para investigarlo y salvar las trabas del idioma, otro de los grandes problemas. Ya no basta con dominar el inglés, deben batallar con los dialectos o jergas con las que hablan en clave.

Se enfrentan a ellos con la certeza de que poseen más recursos económicos y humanos y unos gabinetes jurídicos que se las saben todas. "Te frustra bastante cruzarte con miembros de un grupo a los que se habías detenido con un cargamento de hachís y armas de fuego y que han quedado en libertad bajo fianza en ocho meses después", explican. La cosa se les pone más difícil cuando suman antecedentes, pero para eso hay que volver a pillarles.

En cuanto a formas de comportamiento hay una serie de leyes no escritas. Los policías coinciden en que los malos suelen respetar la zona en la que viven, y tratan comportarse "como ciudadanos ejemplares" aunque a veces "es inevitable que se manden pistoleros" unos a otros. "Salvo rara vez, los ajustes de cuentas suelen quedarse entre ellos y no afectan a los ciudadanos", señalan.

La excepción más recordada es la muerte de un niño sevillano y un peluquero en un tiroteo cerca de un hotel de Marbella hace tres años. Los agentes recuerdan el suceso, todavía sin resolver, con cierta aflicción, y se quejan de la gran repercusión que tiene cualquier acto violento en la ciudad: "En Madrid se producen muchos más tiroteos proporcionalmente, pero no ocupan tantos titulares como los que ocurren en Marbella".

En los últimos tres años la Policía ha detectado que numerosos miembros de grupos organizados se están instalando en poblaciones del interior de la provincia malagueña. Sospechan que los delincuentes se sienten más protegidos en estas zonas, que creen menos vigiladas, pero también barajan explicaciones económicas: en el interior los precios de la vivienda son más baratos.

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Sobre la firma

Juana Viúdez
Es redactora de la sección de España, donde realiza labores de redacción y edición. Ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS. Antes trabajó en el diario Málaga Hoy y en Cadena Ser. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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