Destellos finales
Las páginas de Francisco Umbral (Madrid, 1935) han flotado tantas veces sólo sobre sí mismo, como nada llena y luminosa, que este Umbral otro y mustio es una experiencia de lucidez clarificadora. Jesús Ferrer Solà, amigo y compañero en la facultad, anticipó a las pocas páginas que este libro sólo nos iba a gustar a él y a mí, como si formásemos una secta más reservada todavía que la de los incondicionales. Y seguramente ha acertado: por supuesto que este libro desdibuja y apaga al Umbral desnudo y barroco y por supuesto que está muy en los márgenes de su obra, pero eso nada dice del gran escritor que es; dice de su condena a la escritura como psicopatía moral y costumbre física, dice de sus contratos editoriales (y quizá de ahí la equívoca datación del libro, 2007, y del copyright de Planeta, 2005) y dice seguramente de su resistencia a dejar de escribir.
AMADO SIGLO XX
Francisco Umbral
Planeta. Barcelona, 2007
295 páginas. 21 euros
El epílogo de Amado siglo XX finge una tercera persona que despide al escritor Umbral: "Hombre, vida y obra eran ya una tríada que se adentraba en los bosques de lo muy vivido y aquello estaba allí, eternizado y transeúnte en la misma medida que lo había edificado él (
...). Umbral contempló su obra con sosiego y se tumbó a descansar". Y desaconsejado aquel que reclame en su obra de hoy al escritor que ha sido, como si la literatura hubiese de manar del magín como crecen las plantas en los viveros; al revés: lo increíble de Umbral es la inventada rutina con la que enhebró libro tras libro deslumbrante, y columna a columna fue armando esa ventolera desatada de lenguaje, inteligencia, golfería, literatura y libertad. La actualidad es un abrasivo de la perspicacia o de la mera lucidez y Umbral no se ha ido nunca de esa cubierta de la nave: hoy se despide con el aplomo y la ironía de un señor, y hace bien, tanto si el lector adicto se sospecha defraudado de antemano como si el libro sirve sólo para acumular detractores, que generalmente lo han leído como autor de actualidad, es decir, mal.
Pero tanto si el escritor se
despide de veras de los libros como si no, algunos de sus apuntes sobre el siglo siguen sin caducidad a la vista, aunque los mismos tramos y los mismos autores los haya visitado mejor muchísimas otras veces antes. Pero no sé, siempre ha sacado la precisión a pasear tan a gusto como cuando le reprocha a Laín Entralgo "la palidez de su pensamiento y la falta de temperatura que hay en su prosa. Es un ensayista sin sorpresa y un pensador sin audacia". De Laín pueden decirse más cosas, sin duda, pero valdrán poco si se callan éstas. Amado siglo XX es un libro sólo de párrafos valiosos, y los mejores aquí tratan del espacio puro que es un sí mismo reinventado en prosa. Por eso puede fabularse como "un monaguillo adolescente saboteando las arcas sagradas y podridas de la vieja España" o como viejo escritor nacido "para jardines desolados, para claustros con poeta solitario y con ciprés, y aunque he vivido en la más populosa y urgente estación de metro, cruzando las ciudades por debajo, por la entrepierna, creo que de alguna manera se ha consumado mi sueño de pureza, de soledad, de paz inmóvil".
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