Heridas sin cicatrizar
De acuerdo con la carta Memoria Histórica, sí, de don Aníbal Domínguez Espinosa, publicada en esta sección el día 18 de junio y abundando en la misma, quiero dejar constancia de un acto llevado a cabo el mes de octubre pasado en un cementerio de esta provincia de Zamora: concretamente el día 28 de dicho mes, tuvo lugar un homenaje, en el 70 aniversario del fusilamiento de nueve hijos de Villanueva del Campo. En torno a la fosa común se reunieron familiares y amigos para depositar unos ramos de flores: las primeras flores que había recibido la fosa en 70 años. Fue emocionante ver a sus familiares, hombres y mujeres frisando los 80 años, llorando desconsoladamente; era la primera vez que se encontraban ante la tumba de sus seres queridos.
Unos lloraban y otros se tragaban las lágrimas, pero nadie pidió venganza. Lamentos sí, se lamentaban de no haber podido rezar nunca sobre la tumba de sus deudos, ni siquiera hubo un acre recuerdo para los que mataron a sus familiares. Contentos, en cambio, dentro del doloroso recuerdo, por haberse reencontrado con los suyos después de tantos años.
A la vista de aquel acto, sin resentimientos de ninguna clase, pensé que mientras todos los fusilados que yacen en cunetas y parajes desconocidos no sean reintegrados a sus familiares, las heridas de la Guerra Civil no habrán cicatrizado del todo. No se trata, por supuesto, de reabrir y hurgar en las heridas de aquella catástrofe, pero sí de cauterizarlas, y si se sigue obstaculizando el derecho que los afectados tienen a saber dónde están sus familiares y a disponer de sus restos, las heridas de la Guerra Civil tardarán siglos en cicatrizar, si es que cicatrizan.
