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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mayoría azul en Francia

Los franceses, algo fatigados de votar por cuarta vez en tres meses, confirmaron ayer los pronósticos, pero un poco menos, otorgando la mayoría absoluta a la UMP, derechista, cuyo color es el azul, del presidente Nicolas Sarkozy, pero inferior a lo que se preveía. La presidencia -porque la versión V República de Sarkozy va a ser superpresidencialista- reduce su cortejo en la Asamblea de los 359 escaños que tenía a unos 340, incluyendo aliados, mientras que los socialistas, lejos de debilitarse, superan la barrera de los 200 diputados, contra 149 con que contaban. El centrista François Bayrou ha salvado cuatro puestos de la debacle que ya sufrió en primera vuelta. El comunismo pierde su grupo parlamentario, porque cae por debajo de los 20 escaños, pero no tanto como se auguraba. Todo ello no quita que, en una cámara de 577 escaños, la derecha reine absoluta en su confortable mayoría.

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El buen resultado socialista, que no difumina el hecho de que llevan tres elecciones presidenciales perdidas, no desmiente, sin embargo, que los próximos meses vayan a ser especialmente abruptos para el partido. La candidata a la presidencia, entonces claramente derrotada por Sarkozy, Ségolène Royal, que no optaba a escaño, pero se desgañitó en la campaña, sale beneficiada, aunque eso no hará que se envainen los cuchillos. La necesaria renovación del partido puede tener mucho de obligada escabechina, que amenace hasta el seno de la primera pareja del socialismo francés, puesto que Royal quiere dirigir personalmente esa limpieza en los establos de Augias, para lo que habría que convocar un congreso extraordinario este año, mientras que su compañero, el secretario general del PS, François Hollande, quiere seguir en el puesto hasta el congreso regular del partido en otoño de 2008.

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El Gobierno de Sarkozy, aunque se queda sin su ministro estrella, Alain Juppé, que ya ha dimitido como exigía el primer ministro Francois Fillon a los que no obtuvieran escaño, tiene pista libre para acometer el paquete de reformas con que pretende devolverle el tono muscular a Francia; un shock fiscal, entre otras medidas, con la reducción de los derechos de sucesión y la eliminación de la fiscalidad sobre las horas suplementarias, de inspiración muy neoliberal, y un endurecimiento de las condiciones para obtener la nacionalidad, lo que explica la desintegración del lepenismo.

La victoria del presidente no es, por todo ello, un cheque en blanco porque se espera tanto de su gestión y tanto ha prometido que Sarko tendrá que navegarsus primeros 100 días a velocidad de vértigo, para que la morosité, esa enfermedad a cuyo contagio tan propensa es Francia, no empiece a pasarle cuentas.

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