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Reportaje:

Lucha por tu derecho a perdurar

Los Beastie Boys, leyendas vivas del 'rap', ofrecieron dos desiguales conciertos en un Sónar que batió récords de asistencia

Pablo Guimón

"Somos los Beastie Boys, desde Nueva York. Y puede que estemos aquí en Barcelona tocando como una banda, pero nosotros también amamos a los djs". ¿Provocación o declaración de principios? Nunca se sabe en este territorio uber-moderno del Sónar. A las 23.20 del jueves, el grupo blanco más importante de la historia del rap inauguró los conciertos nocturnos del festival -cuya 14ª edición terminó anoche- con una actuación heterodoxa ante apenas cinco mil personas, pues la del jueves fue una edición reducida del Sónar de Noche, con sólo un escenario activo.

Los tres mc's (cantantes de rap) apodados AdRock, MCA y Mike D, ninguno de los cuales cumplirá ya los 40 años, salieron vestidos con trajes y corbatas. Atuendo de patrón de yate, en el caso del inquieto Mike D, que le permitió vacilar sobre una fiesta posterior en el barco que supuestamente tenía amarrado en el puerto. En la rueda de prensa previa, los Beastie Boys pidieron al público (¿provocación o declaración de principios?) que "se vistiera de manera adecuada para la ocasión, de etiqueta". Pero a la hora de la verdad, claro, el SónarPark era un mar de camisetas y gorras.

Los tres cantantes AdRock, MCA y Mike D salieron vestidos con trajes y corbatas

Como plato fuerte del Sónar, los Beastie Boys -que no tocaban en España desde 1998- han gozado del privilegio de dar dos conciertos. El primero, anunciado como "concierto instrumental exclusivo", iba a ser un avance de su nuevo álbum, The mix up, disco instrumental que llega a las tiendas la semana que viene. Pero la actuación fue instrumental sólo en la medida en que se interpretó con instrumentos (guitarra, bajo, batería, percusiones, teclados). Es decir, no había bases pregrabadas ni alarde de turtablism del dj Mix Master Mike. Avanzaron temas del nuevo disco, pero también hubo voces.

Fue un concierto con altibajos: convencieron en el bloque final, cuando recurrieron a su repertorio más rapero (So what'cha want, Three mc's and one dj, Sure shot); pero despistaba tanto cambio y llegaban a aburrir cuando se alejaban de su terreno natural y se perdían en devaneos de funk simplemente correcto o en píldoras de punk fuera de lugar.

Su segunda actuación se produjo el viernes en el escenario grande de un abarrotado festival, que esa noche batió el récord de asistencia (a falta de conocer los datos de anoche) de sus 14 años de historia: por los cuatro escenarios del Sónar de Noche hubo casi 22.300 personas. Muchas de ellas extranjeras: el último estudio al respecto, de 2004, situó la cuota de público no español en el 48%. Y la cosa parece que ha ido subiendo.

En el segundo concierto, el viernes, hubo algo más de hip-hop y el público lo agradeció. Los tres mc's, de nuevo trajeados, se retaban recorriendo a saltos el escenario, tocando o rapeando, y el dj Mix Master Mike les acompañaba girando virtuosamente los platos.

Se han convertido en uno de los grupos de rap más longevos. Tres chicos de familias judías de clase media que, en los confusos tiempos del pospunk, supieron ver las similitudes entre el rap y el punk -ambos estilos compartían el espíritu del hazlo tú mismo- y los fusionaron sin complejos.

Los Beastie Boys se despidieron del Sónar brindando con cava. Y antes de irse, hubo gente que creyó oír los acordes de ese himno adolescente en el que invitaban a "luchar por tu derecho a la fiesta", que convirtió a su debut (License to ill, 1986) en el primer álbum de rap en llegar al número uno en EE UU. Pero no era Fight for your right lo que sonaba: puede que no tenga mucho sentido cantar, con cuarenta y pico años y corbata, que tu madre ha tirado tu revista porno favorita.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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