Contundencia vaticana
Para la jerarquía de la Iglesia católica hay convicciones absolutas sobre las que no hay ninguna circunstancia eximente. La práctica del aborto debe ser condenada y repudiados quienes la practican o la fomentan. Amnistía Internacional ha entrado en esa lista negra por realizar una campaña que justifica el aborto en caso de violación o peligro para la vida o la salud de la madre. La Santa Sede ha pedido directamente a los católicos que apoyan económicamente las actividades de la organización proderechos humanos que dejen de hacerlo. Lo ha hecho a través del cardenal Renato Martino, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz.
El celo antiabortista del prelado ha sido tan alto que ha llegado a pedir directamente a gobiernos y organizaciones católicas a boicotear a AI, cuando, como ha explicado un portavoz de Amnistía, la organización sólo se financia con donaciones individuales. El Vaticano ha tenido luego que matizar las palabras del cardenal Martino. Amnistía Internacional ha observado, a su vez, que jamás ha defendido el aborto y que con esa campaña sólo pretende acabar con la persecución penal que sufren las mujeres, especialmente en el Tercer Mundo, víctimas de violaciones o complicaciones de embarazo.
Habría que recordar a título de inventario que, según la Organización Mundial de la Salud, cada año se registran en el mundo unos 45 millones de embarazos no deseados y unas 70.000 mujeres mueren al abortar en condiciones poco seguras. El Vaticano, fiel a su ideario, sostiene que hay cuestiones absolutamente innegociables. La condena del aborto sin paliativos es una de ellas. Sobre eso no hay posibilidad ni de diálogo ni de tolerancia, pese a no sintonizar con la realidad social.
