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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al borde de la nada

José Luis Pardo

A pesar de que su historia encierra una notable complejidad conceptual, el término "nihilismo" evoca en nuestra cultura ante todo dos constelaciones intelectuales. Por una parte, remite a una cuestión filosófica de las que suelen caracterizarse como típicamente "teóricas", pero con formidables consecuencias prácticas. Elaborada en la filosofía antigua desde la discusión acerca del no-ser inaugurada por el Poema de Parménides, a partir del cual se constituye en un verdadero tópico que describe los límites del sentido, pasó después a convertirse en un problema teológico bastante heterodoxo (el de esa "nada" de donde Dios lo ha sacado todo) y muy frecuentado por los místicos, del cual el romanticismo supo extraer los frutos estéticos más inquietantes; y es seguramente en ese trasfondo teológico en donde nace el uso peyorativo del término "nihilismo", empleado por lo mejor del pensamiento reaccionario como sinónimo de "ateísmo" (sin Dios todo es nada) para descalificar a las filosofías modernas que peraltan la subjetividad en detrimento de la divinidad. Pero, por otra parte, el término adquiere una relevancia política de primer orden cuando, en los orígenes del socialismo utópico y del anarquismo, se acepta aquel sentido peyorativo del "nihilismo" para volverlo combativamente contra sus detractores y convertirlo en enseña de una actitud de rechazo de toda autoridad trascendente y de todo principio ajeno a la experiencia y a la razón, en una acepción que aún se conserva en la difusión literaria de la figura del nihilismo "ruso", antes de que éste sufra una degradación periodística que, identificándolo simplemente con el terrorismo, recuperará la visión reaccionaria de los teólogos pero ya sin un ápice de la crítica de la modernidad que anidaba en ellos, y lo dejará reducido a la burda complacencia de quienes convierten toda disidencia con respecto a lo establecido en una patológica adopción del "partido de la nada" que únicamente puede atacarse mediante la pura y dura aniquilación. Y así habrían quedado las cosas si no hubiera sido porque Nietzsche, precisamente cuando los periódicos europeos se llenaban de esa simplificación sensacionalista, dio a este término un giro y una riqueza tan inesperados como geniales: su "método genealógico" tenía entre otras finalidades la de mostrar que el nihilismo, como culto a la nada y como voluntad de negar la vida, era precisamente lo que había alimentado desde el principio la visión moral de la religiosidad cristiana, una visión que la época contemporánea habría puesto al descubierto a la vez que la llevaba hasta sus últimas consecuencias: "El nihilismo llama a nuestras puertas: ¿de dónde viene este huésped, el más siniestro de todos? Es erróneo pensar que la "miseria social", las "deformaciones psicológicas" o la corrupción son la causa del nihilismo (...

EL NIHILISMO

Franco Volpi

Traducción de C. I. del Rosso

y A. G. Vigo

Siruela. Madrid, 2007

219 páginas. 19,90 euros

) De estas miserias pueden hacerse interpretaciones muy diferentes. Pero es en una interpretación muy particular, la de la moral cristiana, en la que se encuentra el nihilismo".

Heidegger, uno de los pri

- meros pensadores del siglo XX que se tomó en serio la profecía nietzscheana que anunciaba que el nihilismo era "la historia de los dos próximos siglos", desarrolló esta lectura y le confirió, además de las gigantescas dimensiones prácticas que comporta, la densidad de la "cuestión teórica" a la que al principio nos referíamos, poniéndola de nuevo en el plano de la actualidad filosófica. Hay que agradecer especialmente a este libro de Franco Volpi la claridad y la completud con las cuales recorre y reconstruye el intrincado mapa de esta región de la problemática occidental, explorando la mayor parte de sus estribaciones relevantes y suministrando informaciones y perspectivas de indudable valor para el lector interesado en profundizar en la cuestión (sólo es de lamentar que sus traductores hayan cometido algún desliz, como el de dejar al modo italiano expresiones cronológicas como "el novecientos" o "el seiscientos", cuyas connotaciones automovilísticas en castellano habrían sido fácilmente evitadas traduciendo "el siglo XVII" o "el siglo XX"). Este recorrido está especialmente indicado después de que André Glucksmann, en su Dostoievski en Manhattan, decidiera resucitar hace unos años el sentido más mezquinamente sensacionalista, prenietzscheano y reaccionario de la expresión con ocasión de los atentados del 11-S (lo que le llevó raudo a las páginas de Alfa y Omega, siempre ávidas de auscultar las ca-tastróficas consecuencias del ateísmo). Porque siempre, antes de apresurarse a "superar" el nihilismo mediante alguno de los totalitarismos intelectuales que se nos ofrecen por doquier para ese fin, conviene recordar las palabras de Adorno, otro de los lectores tempranos de Nietzsche: "Lo que de verdad tendría que responder un pensador a la pregunta de si es un nihilista sería: demasiado poco; y quizá por frialdad, porque no tiene suficiente simpatía por lo que sufre. Mientras el mundo sea lo que es, todas las imágenes de reconciliación, paz y tranquilidad se parecen a la imagen de la muerte (...) Los verdaderos nihilistas son los que oponen al nihilismo sus positividades cada vez más esqueléticas, para conjurarse por medio de ellas con toda la infamia establecida y al fin con el mismo principio de la destrucción. La honra del pensamiento se halla en la defensa de lo que se llama insultantemente nihilismo" (Dialéctica negativa).

Ilustración de Eulogia Merlé.
Ilustración de Eulogia Merlé.

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