Monfragüe, extraño parque nacional
Dicen que viajando se aprende mucho, y yo confirmo esa teoría a la vista de lo que encontré en mi reciente visita el pasado mes de mayo a la querida comunidad extremeña, concretamente a Monfragüe -antes parque natural-, elevado a la categoría de parque nacional en marzo de este año.
Desde mi experiencia como senderista y como persona vinculada a colectivos en defensa del medio ambiente, me pregunto cómo se ha podido otorgar el máximo nivel de protección, el de parque nacional, a un territorio cuyos ríos están represados, atravesado por una carretera abierta al tráfico de todos los vehículos, con una torre de telefonía en el castillo, y además, a poquísimos kilómetros de una central nuclear.
Por si fueran pocos estos cuatro desatinos en un parque nacional -presas, carretera, torre de telefonía y central nuclear-, basta asomarse a las páginas digitales de Ecologistas en Acción de Extremadura para conocer las desventuras de los polluelos de cigüeña negra y otras especies, cuyo porvenir ni figura entre las prioridades y criterios de Iberdrola al abrir o cerrar las tajaderas del embalse de Alcántara, ni cuenta con la debida sensibilidad por parte de la Junta de Extremadura. Por el contrario, parece ser que los cazadores son quienes más atentos están a los recovecos de Monfragüe.
¿Y esto es un parque nacional? ¿Y si se toma esta chapuza de Monfragüe como modelo para la gestión y mantenimiento de otros parques nacionales? ¿Imaginan el río Arazas en Ordesa enclaustrado en muros de hormigón, con carretera hasta Monte Perdido y con los sarrios y marmotas saltando entre balazos y con mascarilla para sobrevivir a la contaminación.
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