El asalto a la casa de un policía iraquí desencadena una matanza

Un grupo de hombres armados atacó ayer la casa de un jefe de policía al norte de Bagdad, asesinó a 14 personas -entre ellas su mujer y dos de sus hermanos- y luego secuestró a sus cuatro hijos. Mientras, en el norte del país, en los alrededores de la cada vez más violenta ciudad de Kirkuk, 18 personas murieron después de que se produjesen ataques contra dos mezquitas chiíes justo cuando terminaba la oración del viernes.

La vorágine de horror que se ha apoderado del país parece no tener límite: el asalto contra el domicilio del coronel de la policía, Alí Dilayan Ahmed, comenzó con un ataque con lanzagranadas contra la vivienda antes de que entrasen los atacantes. Primero mataron a todos los presentes -el coronel no se encontraba en su domicilio-: su mujer, dos de sus hermanos y 11 guardaespaldas. Luego secuestraron a sus cuatro hijos, dos niñas y dos niños.

El asalto se produjo en una de las localidades más violentas de Irak: Baquba. Horas después, en la misma localidad, capital de la provincia de Diyala, fueron asesinados dos altos cargos policiales, un general y un teniente coronel, cuando estalló una bomba al paso de su vehículo. Muchos insurgentes se han trasladado a Baquba desde Bagdad para escapar de la operación de seguridad que ha lanzado hace tres meses el Ejército estadounidense y las fuerzas de seguridad iraquíes en la zona. En los últimos días, Estados Unidos ha enviado a 3.000 militares como refuerzo a la región de Baquba.

Coches bomba en Kirkuk

Kirkuk, donde se están produciendo feroces enfrentamientos interétnicos por el control de este importante centro petrolero, fue el escenario de nuevos episodios de violencia. Un coche bomba y un terrorista suicida confundido entre la multitud mataron a 18 personas en dos mezquitas frecuentadas por seguidores del clérigo radical chií Múqtada al Sáder en Dakok, localidad de los alrededores de Kirkuk. Mientras, en el hasta ahora relativamente tranquilo norte de Irak bajo control de los kurdos, las cosas comienzan a complicarse después de que Turquía iniciase unas grandes maniobras militares en la frontera con Irak. Las autoridades de Ankara han amenazado con una intervención armada en el territorio de su vecino para acabar con la guerrilla separatista del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Cuatro soldados turcos murieron el jueves por la noche después de que estallase una mina, atribuida al PKK. Otros dos soldados resultaron heridos en el ataque en Siirt, una de las tres provincias donde el Ejército turco lleva a cabo su operación de seguridad, una de las mayores de los últimos años.