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MÜNSTER | CITAS CON LA CREACIÓN CONTEMPORÁNEA

Las esculturas salen a la calle

Tras la Segunda Guerra Mundial muchas ciudades europeas habían quedado destruidas a la vez que experimentaron un crecimiento como fruto de los movimientos migratorios posbélicos, estas circunstancias obligaron a construir nuevos barrios y a remodelar los ya existentes con una premura que trajo aparejada la insatisfacción de los ciudadanos. Los nuevos barrios, monótonos y despersonalizados, necesitaban elementos que confirieran algún carácter al lugar, pero los escultores, a los que en el pasado se había confiado esa función, habían perdido, en su tránsito por las vanguardias, el oficio y la escala monumentales así como la capacidad de transmitir significados colectivos por medio de las obras de arte. Las nuevas fuentes y esculturas que se proponían en los programas de decoración urbana se encomendaron a artistas que respondieron, por lo general, con formas abstractas e irreferenciales que resultaron incomprensibles para unos ciudadanos que no estaban interesados por los problemas que plantea la creación contemporánea, por lo que las obras fueron acogidas con indiferencia cuando no con manifiesto rechazo.

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La suspicacia con que se recibió una escultura moderna, donada por un banco a la ciudad alemana de Münster, sugirió a Klaus Bussman, director del Landesmuseum de esa ciudad, realizar en 1977 una exposición con trabajos urbanos encomendados a doce escultores de reconocido prestigio internacional que deberían responder al reto de crear una obra para ser ubicada en un lugar de la ciudad, elegido por ellos, durante sólo cien días. El carácter temporal de la ubicación permitía generar una experiencia tanto para los artistas como para los ciudadanos y las instituciones sin que la obra se enquistara en el tejido urbano con vocación de permanencia. Aquella primera muestra pasó por el rechazo inicial y por el reconocimiento de algunas obras que fueron después adquiridas por el Ayuntamiento y la Universidad y que hoy permanecen como hitos en la ciudad.

Animados por el éxito inicial, diez años después se repitió la experiencia invitando a un mayor número de escultores y se decidió volver a convocar esta exposición con carácter decenal, dado que en ese periodo de tiempo se pueden empezar a apreciar cambios significativos tanto en los hábitos ciudadanos como en la evolución de las artes. Para la segunda exposición, celebrada en 1987, ya hubo una gran expectación y en la tercera se llegaron a instalar 70 obras, acudiendo el público masivamente desde muy diferentes puntos del planeta. Ahora, la cuarta exposición, que se celebrará este verano, vuelve a ser, nuevamente, un referente sobre la situación en la que se encuentra el arte público.

En todas estas exposiciones se ha mantenido en el título la palabra escultura como término de referencia, sin embargo, esta palabra parece no cuadrar muy bien con muchos de los proyectos que se presentan y realizan en Münster, pero los organizadores de este evento creen que es bueno no perder de vista cuál es el origen de las variadas propuestas que se llevan a cabo en él. Durante los treinta años que han pasado desde la primera edición, el término arte público parece más adecuado para designar los fenómenos artísticos y las experiencias estéticas que se desarrollan en este laboratorio formado por la trama urbana de Münster y la respuesta de su ciudadanía.

Por estas muestras han pasado los más destacados artistas, escultores o no, que trabajan en el espacio público, sin embargo, lo importante no son sus nombres ni las obras en sí, la mayoría de ellas desmanteladas una vez transcurrido el tiempo de exposición, sino la idea de proyecto de trabajo que permite experimentar y sentir físicamente las obras en un entorno cotidiano y, sobre todo, discutir y teorizar sobre sus presencias y el ámbito en el que se inscriben, así como sobre su pertinencia y sus significados. En este sentido, la hermosa ciudad de Münster, con su escala medieval, sus pintorescos edificios, su universidad y sus jardines, ha sido un marco idóneo para estas actividades, tanto físicas como intelectuales. Este año los artistas convocados son menos numerosos, sólo 36, entre los que se encuentran Michel Asher, Guillaume Bijl, Isa Genzken, Mike Kelley, Bruce Nauman, Martha Rosler, Thomas Schütte o Rosmarie Trockel, y una única española, afincada en Bélgica, Dora García (Valladolid, 1965). Un pequeño grupo de artistas repite experiencia, siendo la mayoría de los invitados de este año poco conocidos en el panorama internacional. Queda así clara la voluntad del equipo de dirección, en el que permanece el veterano fundador Kasper König, de no generar un estilo Münster, basado en los guiños de las figuras consagradas, y asumir el riesgo de la experimentación con propuestas en las que se ofrecen proyectos con contenidos que sobrepasan el mundo de lo meramente formal para adentrarse en temas políticos o sociológicos, así como en las paradojas que el arte actual hace evidentes, tales como el concepto de obra, de espacio público, de ciudad o de ciudadano.

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