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El Gobierno italiano, de nuevo al borde de la crisis por la destitución de un general

El Ejecutivo de Romano Prodi vuelve a salvarse en una votación muy tensa en el Senado

Enric González

La política italiana suele ser compleja. Esa cualidad se exacerba cuando, como en estos momentos, el Gobierno es débil. Un confuso asunto relacionado con la destitución de un general de la Guardia de Finanzas estuvo anoche a punto de hundir la Administración de Romano Prodi. El Gobierno ganó en el Senado una votación decisiva por cinco votos, 160 a 155, pero la violencia del debate reforzó la impresión de una crisis ya endémica. Se hizo evidente que la mayoría parlamentaria de centro-izquierda y su expresión gubernativa sufrían una grave parálisis, y, pese a la inmovilidad, conseguían tropezar con casi todo lo que se les cruzaba por delante.

La sesión se desarrolló en un ambiente crispado y concluyó en el caos. Tras las votaciones siguió la polémica, y la oposición acusó al presidente de la cámara de fraude en los procedimientos. Fue la expresión de un fracaso colectivo, de una situación de bloqueo que frustra por igual a los dos bandos. Prodi no estuvo presente porque viajó a Alemania para asistir a la reunión del G-8. Fue su ministro de Economía, Tommaso Padoa-Schioppa, quien hizo frente al vendaval.

Muy pocos italianos lograron entender por qué su Gobierno se encontró anoche entre la vida y la muerte. El caso Visco, utilizado por la oposición para cargar contra el cuerpo inerme del Ejecutivo, no atrajo la atención de la opinión pública. Se trataba de un asunto de cariz inicialmente burocrático, sobre el que se acumularon errores formidables.

Todo empezó en 2006, con la llegada al poder del centro-izquierda. El nuevo viceministro de Economía, Vincenzo Visco (Demócratas de Izquierda), ordenó al general Roberto Speciale, jefe de la Guardia de Finanzas (el cuerpo militar que se ocupa de cuestiones fiscales, monetarias y aduaneras), que trasladara a cuatro oficiales destinados en Milán. Según informaciones de la prensa de centro-derecha, desmentidas por el Gobierno, esos oficiales habían investigado las conexiones entre los Demócratas de Izquierda y su antigua red de cooperativas, Unipol, y la escalada a Banca Nazionale del Lavoro, en oposición a la oferta de compra planteada por la entidad española BBVA. Speciale se opuso a lo que parecía una venganza política. Y los traslados no se realizaron.

Unas semanas atrás, el Ministerio de Economía destituyó al general Speciale como jefe de la Guardia de Finanzas, para sustituirle por el general Cosimo d'Arrigo. Speciale protestó y dijo haber sido presionado y amenazado por el viceministro Visco. La oposición denunció un "intolerable" abuso de poder, pese a que la destitución era legal y se ajustaba a la práctica tradicional, por la que cada Administración coloca personas de su confianza al frente de instituciones como la Guardia de Finanzas. Pero el Gobierno no perdió la ocasión de autolesionarse: el Consejo de Ministros retiró a Visco el control del cuerpo, lo que fue interpretado como un reconocimiento de que había actuado de forma incorrecta. Y destinó a Speciale al Tribunal de Cuentas.

A partir de ahí comenzó una carrera de hipérboles. El jefe de la oposición, Silvio Berlusconi, relacionó de alguna forma el traslado de Speciale con la política fiscal "injusta" de Prodi y concluyó, ante numerosas cámaras de televisión, en la conveniencia de realizar una "huelga fiscal", es decir, dejar de pagar impuestos. Acto seguido se desmintió a sí mismo. El diario La Repubblica (centro-izquierda) denunció por su parte la existencia de una "red conspirativa" en la cúpula de la Guardia de Finanzas, la relacionó con los espionajes ilegales efectuados desde Telecom Italia y la comparó con la siniestra logia masónica P2 de Licio Gelli.

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El ministro de Economía, Tommaso Padoa-Schioppa, compareció anoche ante el pleno del Senado para afirmar que la destitución del general Speciale, contra el que arremetió con tremenda dureza, no tenía relación alguna con las actividades de Unipol. El ministro calificó la actuación del general de "incalificable", le relacionó con el escándalo de la corrupción en el fútbol y, sobre todo, dijo que había convertido la Guardia de Finanzas en una especie de coto personal, ratificando la tesis de la "red conspirativa" de tintes casi golpistas.

"La Guardia de Finanzas se había convertido en un cuerpo autónomo, se había deteriorado el vínculo con la jerarquía civil", dijo el ministro. Pero no explicó lo fundamental: si Speciale era culpable de deslealtad, ¿por qué se le ofrecía un destino prestigioso como el Tribunal de Cuentas?

La intervención de Padoa-Schioppa tuvo que ser interrumpida por las protestas y gritos lanzados desde los escaños de la oposición. El presidente de la cámara ordenó un receso de 10 minutos y la retirada de varias pancartas, algunas casi humorísticas: "Speciale santo subito", decía una de ellas. En Forza Italia levantaron carteles que decían: "Devolvednos la democracia".

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