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Tribuna:LA TERCERA DIMENSIÓN DEL OLIMPISMO
Tribuna
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Deporte y medio ambiente

El autor pide a la comunidad deportiva, dada su capacidad de movilización en todo el mundo, que se implique en la defensa del planeta, el indiscutible desafío de este siglo

Mis padres me educaron en unas costumbres sencillas de las que forman para siempre el carácter de un hombre. Desde muy pronto me enseñaron a observar la naturaleza, descubrir sus tesoros y explicar por qué debemos cuidar nuestro entorno. Al mismo tiempo, me hicieron descubrir la práctica del deporte y lo que implicaba como disciplina. Fue más adelante cuando pude valorar el insustituible papel educativo que desempeña el deporte en la construcción de la personalidad.

Para mí, el deporte y el medioambiente son indisociables. ¿Cómo puede aspirar un deportista a tener una gran actuación en un entorno contaminado, alterado, que no sea hospitalario? Un atleta sano necesita un universo sano para dar lo mejor de sí mismo. ¿Cómo puede triunfar si no se desarrolla en un medio protegido, respetuoso con los valores que ensalza el olimpismo, que contribuyen a la resistencia del cuerpo y fortalecen el alma?

Hay que desarrollar una conciencia ecológica basada en la solidaridad, el espíritu del deporte

En cuanto a la naturaleza, ¿no nos permite tener un bienestar más armonioso cuando se encuentra en un universo protegido y, gracias a ello, puede ofrecernos su solidez, su belleza y su fuerza?

La práctica del deporte es universal. La llevan a cabo cientos de millones de personas. Se realiza en un marco estructural que crea una verdadera dinámica y un espacio de salud indispensable para los jóvenes. Todos los deportistas, desde los más modestos hasta los campeones, deben ser ya, mediante su comportamiento, actores al servicio del medioambiente y, más importante aún, del desarrollo duradero.

¿Por qué no pensar en que, a partir de ahora, todos los deportistas, guiados y unidos por esa solidaridad nueva que confiere a la vida un propósito generoso, se movilicen para salvar nuestra Tierra? Se nos acaba el tiempo. Tenemos que actuar.

La comunidad deportiva es, sin ninguna duda, la fuerza con más capacidad de movilización del mundo, por encima de las diferencias étnicas, religiosas y sociales. Su capacidad de ayuda, puesta al servicio de esta causa tan importante, es inmensa. El Comité Olímpico Internacional ha convertido el medioambiente en la tercera dimensión del olimpismo, junto al deporte y la cultura. En 1999, aprobó una guía, la agenda 21, que subraya los retos específicos que atañen a los deportistas y las acciones que pueden llevar a cabo para favorecer el desarrollo duradero del deporte. Son muchos los deportistas que ya trabajan en este campo: les animo a que sigan y deseo que den todavía más muestras de empatía.

Los próximos Juegos Olímpicos se celebrarán en 2008 en Pekín. Hace unas semanas, cuando visité aquellas instalaciones de arquitectura magistral, advertí, en las palabras de mis anfitriones, que están decididos a tener en cuenta este desafío indiscutible del siglo XXI.

En la actualidad se están celebrando en Mónaco los XII Juegos de los Pequeños Estados de Europa. El Principado ha querido que este acontecimiento tuviera un carácter ecológicamente eficaz. Al terminar las competiciones, se dará a conocer una declaración conjunta que comprometerá a todos los Estados pequeños de Europa a reconocer las grandes posibilidades del deporte como transmisor de valores favorables a la implantación de una auténtica ética del desarrollo duradero, así como la necesidad de una práctica deportiva en armonía con el medioambiente.

Los Pequeños Estados asumirán además la obligación de organizar unos Juegos respetuosos con el entorno y el país anfitrión se comprometerá en especial a compensar las emisiones de gas de efecto invernadero derivadas de los Juegos con una iniciativa comparable que contribuya a preservar el medioambiente.

Por último, se comprometerán a desarrollar una conciencia ecológica basada en un espíritu de solidaridad, el mismo espíritu que el deporte proporciona para toda una vida.

Debemos olvidarnos de nuestros egoísmos y nuestros individualismos para poder recuperar el orgullo de dejar a las generaciones futuras una Tierra protegida.

Estoy seguro de que la comunidad del deporte y del olimpismo, apoyada en los valores que constituyen el pedestal de este espacio de paz, libertad y fraternidad y a partir del lugar destacado que ocupa en nuestras sociedades, puede ser el heraldo de esta movilización planetaria.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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