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Columna
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Navarra

El otro día fui a Pamplona, lo confieso. Las urnas todavía echaban humo, y algunos también. Podría decir que me llevaban las ganas de comprobar si la tierra se resquebrajaba bajo mis pies y el Viejo Reyno se ponía en movimiento, como sucedía en aquella novela de Saramago. Incluso no habría mentido mucho si les hubiera dicho que me movió el morbo de ver cómo algunos celebraban la victoria, principalmente los nacionalistas, o sea la derecha (porque hay que ser rancio, conservador y trasnochado). Es verdad que todo parecía haber cambiado siguiendo igual o viceversa: todo seguía igual pareciendo haber cambiado. Pero no. Quiero decir que no me movió nada de eso. Iba a Pamplona para asuntos no sé si más dignos pero sí más entrañables, ver cómo mis amigos exponían en el Baluarte. Pintura, ya saben, esa majadería prescindible que nos gusta a unos pocos entre los que no se cuentan -más que por compromiso- los políticos. Y entonces me encontré con otro amigo en La Roncalesa, ese medio imprescindible para comunicar lo que otros desearían por otras vías. Como era inevitable, hablamos de política, o sea, de los pactos que pudieran darse en ese pedazo de suelo por el que viajábamos y de pronto mi amigo pasó a mayores y se mostró convencido de que Zapatero adelantaría las elecciones. Estaba dispuesto a jugarse una cena. O una comida, porque tampoco hay que ser dogmáticos.

Y aquello se me quedó clavado. No recuerdo las razones que mi amigo aportó para sostener lo suyo pero, a fuerza de darle vueltas, me he convencido de que podría haber una manera de saber si Zapatero lo hará, fuera del esperar a que lo haga o no lo haga, que eso lo adivina hasta un tertuliano. Y la clave es Nafarroa-Bai. En efecto, si Zapatero quiere adelantar las elecciones, pactará con Na-Bai, porque entre que se constituya el Parlamento y una cosa y otra no habrá tiempo para que sufra el posible desgaste que los propios barones del PSOE veían (¿ven?) detrás de esa alianza. ¿Qué ganaría con ello? Poco, tal vez, pero importante en el plano simbólico: mostrar a los navarros que se puede gobernar no siendo UPN, con el consiguiente rédito electoral. Por no mencionar que podría atarse a cambio Álava. Al revés, pactar con Na-Bai para no anticipar las elecciones sería la peor jugada, ya que significaría someterse al desgaste del roce con los nacionalistas, es decir, con unos señores (y señoras) insaciables a la hora de pedir, lo que le colocaría en la tesitura de aceptar o rechazar cosas que le indispondrían con esa mayoría que se da en Navarra y que no gobierna por poco y que podría volver por sus fueros arrastrando más votos. En cambio, dejar gobernar en minoría a UPN sería la jugada más inteligente, ya se trate de adelantar las elecciones -el PSOE mostraría una imagen de no pactar con el nacionalismo, posición muy valorada aún entre los navarros (más del 60 % no vota nacionalista)-, ya de no anticiparlas, puesto que dejaría que UPN se desgastase forzándole a mostrar su imagen más intolerante en temas de gobierno de su elección.

En resumidas cuentas, así como la apuesta por abandonar a UPN en el trono, no serviría para saber si Zapatero piensa o no adelantar los comicios, en cambio, la de cerrar un pacto con Na-Bai sería un signo cuasi inequívoco de que piensa adelantarlas. Con dos salvedades, primera, que el presidente de todos nosotros suele actuar con cierta frecuencia no fuera de toda lógica, sino dentro de una que le es propia y que le lleva a veces a sebastianarse, quiero decir, a no acertar; y segunda, que a lo mejor no tiene ninguna importancia esto de adelantar o no unas elecciones. Pero así son las cosas, estrujarse los sesos suele ser muy entretenido, tanto que, sin darme cuenta, bajé de La Roncalesa, estuve con mis amigos pamploneses, admiré la exposición, regresé a Donosti y me puse a escribir esto. Habían pasado varios días y yo seguía ahí, en lo mío, intentando hacerles comprensible algo que yo tampoco entiendo del todo. El fútbol es así.

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