Sin noticias del Estado en el sur de Líbano
Hezbolá lidera la lenta reconstrucción de la zona más afectada por la guerra del pasado verano contra Israel
El Estado libanés permanece ausente del sur del país casi un año después de la guerra que enfrentó a la milicia chií de Hezbolá con Israel. El Ejército está por todas partes tras casi 40 años sin pisar esas tierras al sur del río Litani, pero su autoridad parece más simbólica que real. Los pueblos destruidos por los israelíes durante la guerra de 33 días que se libró entre julio y agosto de 2006 van recuperándose de forma desigual. Ninguno ha avanzado mucho, pero aquellos que dependen casi por completo de los fondos del Gobierno del primer ministro, Fuad Siniora, para la reconstrucción son los que siguen en las mismas pésimas condiciones que tras la batalla.
Desde Kfar Kila hasta Bent Jbail, pasando por Markaba, Meis el Jabal, Aitarun y Marun al Ras, siempre siguiendo la carretera que va paralela a la frontera con Israel, las casas tiroteadas y bombardeadas, los cráteres en los caminos y la desolación recrean las imágenes de los días posteriores al fin de la última guerra. "No tenemos trabajo y los jóvenes se van... ¿Que cómo estamos? Mal, muy mal", dice exaltado Mehdi Sarhan en Kfar Kila, mientras mira de reojo el blindado español que vigila la puerta de Fátima, un paso de frontera con Israel cerrado a cal y canto.
Se ven casas tiroteadas y bombardeadas, cráteres en los caminos y desolación
Sarhan tiene 71 años y no quiere que le hablen de reconstrucción, que ya ha levantado la misma casa varias veces. Lo hizo tras la guerra civil (1975-1990), esperó a la retirada israelí de 2000 para volver a arreglarla y ahora toca de nuevo. Pero ya está viejo y cansado, y de muy mal humor. El sur libanés es un feudo de los partidos chiíes Amal y Hezbolá. El primero es la fuerza política y el segundo, la militar. Es una zona inestable y violenta en la que la gente como Sarhan vive con resignación. A este septuagenario que mira a los extranjeros con resentimiento, ya nadie le puede convencer de que vale la pena poner en pie una casa.
"El Gobierno no nos ha ayudado nada y creo que es un castigo para aquellos pueblos que participaron en la guerra como Kfar Kila. La situación es preocupante, el dinero que Hezbolá le dio a la gente al final del conflicto para alquilar una casa hasta que reconstruyesen la suya se está acabando y esas personas siguen sin hogar", explica Ahmad Fahrik, profesor de inglés jubilado. El soldado español al pie del blindado ha seguido la conversación de Fahrik y los gestos de Sarhan, pero sabe que es mejor permanecer impasible, como si no estuviera allí.
"No tenemos problemas con nadie", dice el teniente coronel Carlos Ruiz de la Sierra en la base española cercana a la ciudad cristiana de Marjayún, al norte de Kfar Kila. "En aquellos sitios donde podemos llegar a tener algún roce con Hezbolá no hacemos patrullas por las calles, como en Jiam. Eso sí, en toda nuestra área de control, incluso en Jiam, hemos participado en proyectos de reconstrucción de escuelas y en otros pequeños emprendimientos. En el sur todo está tranquilo, sólo hemos redoblado la seguridad de los desplazamientos al norte debido a los últimos acontecimientos", dice Ruiz, refiriéndose a los repetidos atentados en Beirut y al enfrentamiento entre la milicia suní de Fatah al Islam y el Ejército libanés cerca de la norteña Trípoli.
No muy lejos de Kfar Kila, dos motocicletas con milicianos de Hezbolá circulan por las estrechas calles de Markaba. "¡Milicianos!", advierte el taxista Mohamad Nasser, un chií del valle de la Bekaa. Van desarmados, pero desafiantes como si tuviesen un arsenal bajo la camisa. En Markaba, bastión de Hezbolá, han derribado las casas bombardeadas pero no han comenzado la reconstrucción. Los desplazados viven en las tiendas que la ONU instaló en el pueblo en octubre pasado.
Khadr Karut también ve a menudo desde la puerta de su tienda de telefonía móvil de Meis el Jabal a los combatientes de Hezbolá. "La vida ha vuelto a la normalidad, incluso en los últimos tiempos los negocios han mejorado, pero la reconstrucción de las viviendas va muy lenta, sólo a unos pocos, unas 3.000 personas [el 10% de la población de Meis el Jabal] les han pagado las compensaciones por la guerra, y a muchos les han dado menos de los que les correspondía. Ya nadie espera nada del Gobierno, Hezbolá nos dará lo que necesitemos", dice Karut.
En Aitarun, uno de los pueblos más bombardeados por Israel, la esperanza tienen los colores de la bandera de los Emiratos Árabes Unidos. "Ya hemos reconstruido la escuela y varios edificios públicos gracias al dinero de los Emiratos", dice Abbes Sabra, un constructor que cobra de los petrodólares que envían desde Abu Dhabi.
Si los Emiratos ayudan en Aitarum, los qataríes están pagando cada ladrillo que se pone en Bent Jbail, la ciudad símbolo de la lucha de Hezbolá contra Israel y la más castigada. "Nos pagan 40.000 dólares por cada casa destruida", cuenta Hamad Yunah. "Qatar paga a los damnificados, no como otros países del Golfo que le dan el dinero al Gobierno", añade el farmacéutico Ibrahim Dib. Cuenta que los qataríes sólo financian la reconstrucción de viviendas, así que Hezbolá ha dado algo a los pequeños comerciantes para que sobrevivan, entre 2.000 y 3.000 dólares en los últimos meses.
"Yo tenía una gran ferretería en el centro del pueblo. Trabajé 10 años en Nueva York para conseguir el dinero y ahora me he quedado sin nada. Con lo que pueda darme Hezbolá no hago nada, es el Gobierno el que tiene que compensarme, ellos recibieron los fondos internacionales destinados a la reconstrucción. Pero claro, como somos chiíes...", dice Ihmad Bessi. A ninguno de ellos les resulta extraño que los qataríes, que son suníes, se conviertan en los principales benefactores de Bent Jbail. "Con ellos no hay problema, somos hermanos musulmanes todos. Además, nadie muerde la mano que da de comer", explica Bessi.
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