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Reportaje:Las secuelas políticas del 27-M

La dueña de las tres llaves

Maria Antònia Munar es la bisagra de la política balear. Hábil en la negociación y dura en la batalla, ha sobrevivido a una feroz campaña de acoso del PP

Maria Antònia Munar ha sobrevivido a la tempestad que desencadenaron sobre su cabeza sus socios del PP. Y otra vez tiene en sus manos el poder de decisión en las Islas Baleares. Con sus tres diputados de Unió Mallorquina (UM) definirá las nuevas mayorías, con un puñado fiel de votos, 28.000 (el 6,7%) en una población de un millón de habitantes, del que sólo 418.700 participaron. En su posición de bisagra, Munar -la princesa la llaman- maneja tres llaves distintas: la alcaldía de Palma y las presidencias de Mallorca y Baleares.

Munar negociará por igual con el PP y el PSOE, "sin imposiciones previas", dijo ayer, y determinará si el conservador Jaume Matas puede retener el Gobierno en minoría, porque con el 46% no logró la mayoría absoluta. UM puede optar, también, por respaldar un nuevo Pacto de Progreso con el PSOE de Francesc Antich, una fórmula que ya facilitó en 1999. La izquierda, en minoría, ha ganado cuota sobre el PP y presidirá los consejos de Menorca, Ibiza y Formentera.

Unió Mallorquina decidirá el Gobierno autónomo, el insular y el de la capital

La única figura visible de UM, abogada y empresaria de 52 años, se curte en el poder y en los pactos. Su grupo es una bisagra con una red trenzada en núcleos de adictos entre caballistas, cazadores, payeses, empresarios, clubes de ancianos y de folclore. El partido se autodefine como nacionalista, de centro y liberal. Presidenta hegemónica del Consell de Mallorca desde 1995, aupada por los progresistas durante ocho años, a Munar no le hace falta ensayar para decidir con quién pacta, porque ya tuvo alianzas a diestra y siniestra. En la última legislatura, el PP le cedió todo el mando y ella les llamó "la derecha más extrema", declarándose víctima del "acoso y derribo" de sus medios, que hasta el día de reflexión le acusaron de comprar votos.

Munar ha sido alcaldesa de su pueblo, Costitx, desde 1979 hasta estas elecciones, en las que no se ha presentado. Se acomodó al coche oficial y al protocolo hace 20 años al convertirse en consejera de Cultura de un Gobierno del PP, formación a la que UM apoyó sin brechas desde 1983 hasta 1992.

Esta mujer hábil y lista, hija de emigrantes a Barcelona, genera tantos rechazos como complicidades. Estudió en un colegio francés, ama los viajes, las joyas y la moda, de marca y clásica. La Internacional Liberal acogió a su partido de cuadros y cargos que hace migas con los nacionalistas vascos del PNV y con los catalanes de Unió y de Convergència.

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La líder de Unió Mallorquina no se arruga en las batallas y dice a la cara lo que piensa. Es capaz de atacar al adversario con una sonrisa. Frecuenta la peluquería y jamás viste informal, aunque agobie el calor, porque se aclimata a los ambientes adversos. A 32 grados, apretujada en una discoteca de París, en una fiesta del pintor Barceló, todos chorreaban. Pero a ella, trajeada, no le aparecieron gotas en la frente ni manchones en la blusa. Su habilidad para resistir ante las complicaciones le ha permitido evitar ser borrada mapa por el PP, que articuló una campaña con una sola estrategia: anular el poder de Unió Mallorquina como partido bisagra, afirmando que no pactarían con Munar.

En 1992, el PP de Gabriel Cañellas ya maquinó la liquidación de UM y también fracasó. Cañellas, presidente balear que fue destituido por corrupción, utilizó sueldos del Gobierno para captar a tránsfugas de UM y anunció un trasvase en masa de sus líderes a las filas populares. Munar, expulsada del gabinete Cañellas, logró reconstruir el partido.

En 2007, la mano derecha de Matas, Rosa Estarás, ha identificado a Munar con "la corrupción", y se conjuró para que "los tres (los votos de UM) no manden sobre 33 (el número de miembros del pleno del Consell de Mallorca)". Ahora que necesita a Munar, el PP llama a UM su "socio natural" por "afinidad y proximidad ideológica", y dice que le dio un trato "exquisito".

"Ha sido leal", le corteja Matas, que aspira a ser presidente por tercera vez. El desenlace no está claro. El PP, por un par de miles de votos, no alcanza el peso que inclina las balanzas del Parlamento, el Ayuntamiento de Palma y el Consell de Mallorca. El resto de los centros de poder, excepto varios ayuntamientos importantes (Calvià, Inca, Ciutadella), está en manos del PSOE, que retiene las alcaldías de Ibiza y Mahón.

Los progresistas invitan a UM a reemprender otra experiencia con el socialista Francesc Antich, con 22 escaños, más cuatro del Bloc de izquierdas. Matas, con 28 diputados, puede gobernar en manos de la mujer a la que señaló como enemiga a batir. "No soy rencorosa", aclara Munar, que se autorretrata así: "Soy atrevida, pero reflexiva".

La líder de UM es una mujer rica. Con su esposo, Miquel Munar, tiene una compañía de transportes que desde los años 90 trabaja indirectamente en obras públicas pero que no concurre a las adjudicaciones. La empresa no ha sido denunciada, pero el PP critica a UM porque sus cargos tienen bufetes privados paralelos a sus despachos oficiales, sin incompatibilidades. En un juzgado se investiga la transparencia de unas ayudas que Munar, desde el Consell, ha dado a grupos y entidades sectoriales afines a UM.

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