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Columna
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Preocupación inducida

El mayor éxito del PP es haber colocado el terrorismo en el primer lugar de las preocupaciones de los ciudadanos españoles, como constataba el Pulsómetro poselectoral de la cadena SER dado a conocer ayer. Se trata de una preocupación inducida, ya que objetivamente no se justifica que sea así. No se ha destacado esta legislatura porque la presión terrorista haya sido particularmente intensa y no hay nada que indique, ni de lejos, que ETA se encuentra más fuerte de lo que lo ha estado en cualquier momento del pasado. Sigue siendo un problema, pero lo es mucho menos de lo que ha sido en cualquier momento anterior.

Sin la propaganda que la dirección del PP en general y de su presidente, Mariano Rajoy, en particular, le han hecho, ETA no tendría la presencia que tiene en nuestra vida política y parlamentaria. ETA ha ocupado un lugar de privilegio en la campaña electoral del 27-M, de unas elecciones municipales, no lo olvidemos, no por méritos propios, sino porque la dirección del PP ha decidido hacerle ese regalo, convirtiendo a ETA, mejor dicho la supuesta rendición del Gobierno a ETA, en el eje de su mensaje electoral y ocupando el cien por cien del tiempo en las sesiones de control al Gobierno en preguntas dirigidas al presidente del Gobierno en relación con ETA, con acusaciones que jamás se hubiera podido pensar que se iban a oír en un pleno del Congreso.

En lo que iba de legislatura, el PP había fracasado en todos sus intentos de convertir sus obsesiones en obsesiones de los españoles. Ni con la teoría de la conspiración respecto del 11-M, ni con la destrucción de la familia en su oposición al matrimonio entre ciudadanos del mismo sexo, ni con la persecución de la Iglesia a propósito de la asignatura de religión, o la ruptura de la unidad de España con ocasión de las reformas de los Estatutos de autonomía. Aunque inicialmente parecía que conseguía penetrar en la opinión pública con sus mensajes, el globo acababa desinflándose, unas veces más rápidamente y otras menos, pero siempre se desinflaba. Vistos con perspectiva, todos los mensajes, aunque algunos más que otros, resultan ridículos.

Únicamente con el terrorismo ha conseguido, está consiguiendo, que su mensaje cale y que su particular obsesión con el tema se convierta en la primera preocupación ciudadana. El PP parece haber renunciado a convencer a los ciudadanos con un programa general de gobierno y confiarlo todo al miedo que pueda generar en la ciudadanía lo que describe como debilidad del Gobierno de la nación ante la amenaza terrorista. La suerte ya está echada y en lo que queda hasta las próximas elecciones generales la dirección del PP ya no tiene la posibilidad de cambiar de mensaje electoral. En consecuencia, es en su obsesión antiterrorista en la que va a descansar su discurso a los ciudadanos.

Esto es así y haga lo que haga el Gobierno de la nación el discurso de la traición a las víctimas y de rendición a ETA no va a ser modificado en lo más mínimo. En consecuencia, la estrategia del Gobierno debería dirigirse no a convencer al PP, sino a convencer a la sociedad española de que dispone de una política para intentar poner fin a la violencia, a la que sería bueno que el PP se sumara o que, por lo menos, no la torpedeara, pero que se va a poner en práctica en todo caso.

El Gobierno no puede ceder al chantaje del PP y de los medios de comunicación afines. Y tiene una piedra de toque que es Navarra. Los resultados de Navarra son complicados y no fáciles de interpretar, pero si algo ha quedado claro es que UPN y la dirección nacional del PP, con su terrible campaña de enfrentamiento y división no han conseguido convencer a la mayoría de los navarros.

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El no a la propuesta de UPN-PP ha sido claro. Eso tiene que reflejarse en la dirección política de la comunidad. Sería una manera de no ceder al chantaje y de no obsesionarnos con lo que el PP quiere que nos obsesionemos.

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