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Reportaje:Sesión doble de cine

Monstruos mitológicos

Mañana, 'Underworld', y el domingo, 'Dragon Heart', con EL PAÍS, por 5,95 euros cada una

Gregorio Belinchón

Háganse a la idea: el romance de Romeo y Julieta será eternamente saqueado por todo tipo de artistas desde que a William Shakespeare le llegó la inspiración. Es el caso de Underworld, un romance imposible entre una vampira y un hombre lobo con la oposición de sus dos razas, los Capuletos y los Montescos del mundo subterráneo. Len Wiseman, guionista y director del filme, había empezado su carrera en el departamento de arte de filmes como Godzilla, Hombres de negro o Independence Day, para posteriormente dirigir anuncios y videoclips. Así que visualmente sabía lo que se traía entre manos cuando en 2003 rodó Underworld, una feroz batalla entre vampiros y licántropos: las dos razas llevan 200 años en guerra, tras varios siglos de gélida convivencia. Lo curioso del caso es que tienen un origen común: la leyenda asegura que un caballero, Alexander Corvinus, y su ejército acamparon en un pueblo donde enfermaron de peste. Todos murieron, salvo Alexander; su cuerpo se volvió inmune a la enfermedad, y le hizo inmortal. Alexander tuvo tres hijos. Uno de ellos, Marcus, fue mordido por un vampiro, transmutándose en el primer vampiro. Otro, William, fue atacado por un lobo, convirtiéndose en el primer licántropo. El tercero fue un mortal corriente. Con el tiempo, como en toda familia, las cosas se estropearon (las cenas navideñas debían de ser tremendas).

Ahí comienza Underworld, con Selene (Kate Beckinsale), una vampira de armas tomar, enamorada de un guapo licántropo, Michael, al que esconde por amor y porque su cuerpo puede ser la clave para el fin del enfrentamiento. Beckinsale, una actriz de carrera cimentada en la comedia romántica y en el drama histórico, saltaba al género fantástico. Scott Speedman, un intérprete infravalorado, el Don de Mi vida sin mí, encarnaba a Michael. Sin casi efectos digitales y con un primer aullido de un licántropo robado de los efectos sonoros de Un hombre lobo americano en Londres, el clásico de John Landis, Underworld se convirtió en un éxito de taquilla, al que siguió una segunda parte... y el matrimonio entre su director y su actriz protagonista. Pero de Shakespeare nadie dijo nada. Ingratos.

Desde luego, en Dragon Heart, otra película con un monstruo mitológico, en su caso un dragón, Shakespeare no tuvo nada que ver. La historia no da mucho juego: el último de los dragones (en versión original con voz y gestos de Sean Connery; en español, doblaje de Paco Rabal) se alía con un desilusionado caballero al que pone rostro Dennis Quaid. Sólo la banda sonora, de Randy Edelman, y los dos actores principales otorgan brío al resultado final.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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