Frutas, verduras y votos
Alborch y Barberá acuden al mercado de Castilla en busca del elector cercano
El mercado de Castilla, en el barrio de la Luz, fue ayer el escenario del duelo de personalidades planteado en la campaña hacia la alcaldía de Valencia. Carmen versus Rita. Así, con nombre propio. Tanto Alborch como Barberá apuran los últimos días de campaña entre los puestos de los mercados, en busca del voto de la proximidad. La popular, taco de papeletas en mano, reparte utensilios de cocina y abrazos entre las amas de casa. La socialista, abanicos, DVD y sonrisas. "Luego vendrá la otra", susurra una mujer frente a un puesto.
Barberá se mueve entre pescaderos y charcuteros como la locomotora de un tren con el rodaje hecho. Le haga caso o no la clienta de turno, ella avasalla. Abraza, acaricia, da la mano con fuerza y deja su voto de un golpe que hace temblar el mostrador. Sus concejales son los vagones que, con más sigilo, preguntan: "¿Cuántos son en casa? Pues tome, votos para todos", aconseja la concejal Marta Torrado a una anciana. La engrasada maquinaria, tras 16 años en el poder, garantiza que los clientes del mercado se vayan con el voto en el carrito. Eso sí, muchas de esas bolsas de la compra van cargadas de propaganda socialista.
Dos horas antes de la llegada de la alcaldesa, Alborch tuvo su turno entre tenderetes. La candidata socialista, según pasan los días de campaña, más asemeja su sonrisa a la de su geganta. Ha ganado comodidad y familiaridad con los vecinos. Reparte los buenos días a cada persona que encuentra. "Chicas, mirad, la Carmen de Valencia", grita una mujer en el mercadillo. Alborch sonríe. "Un compact", pide a uno de sus colaboradores vestido con una camiseta negra pintada con el eslogan New alcaldesa, por favor. Se refiere al DVD con cuñas cómicas titulado Sonríe, vamos a ganar. Los concejales socialistas rodean a su cabeza de caravana repartiendo abanicos y bolsos diseñados con su cara. A diferencia de los concejales que acompañan a Barberá apenas llevan papeletas en sobres.
A pesar de que el duelo municipal incita al duelo de personalidades, Alborch abre el espacio a sus colaboradores. Manteniendo la sonrisa, presenta sus propuestas acompañada de colaboradores. Su apoyo más firme, Vicente González Móstoles, profesor de la Universitat de València y miembro de su equipo de campaña, siempre a mano para concretar los flecos de sus proyectos. Unos metros por delante, recorre el mercado su predecesor en la candidatura, Rafael Rubio. El todavía portavoz municipal de la oposición, camina desapercibido. La diferencia de popularidad callejera entre Rubio y Alborch es una de las principales bazas socialistas.
El mercado es el lugar perfecto para el baño de masas, y el de Castilla ayer, sufrió overbooking de candidatos. Los quioscos electorales del PP y el PSPV ocuparon la misma acera en la calle de Llombay durante toda la mañana. Las camisetas del PSPV diseñadas por Mariscal compitieron con los delantales de Barberá. Al final de la mañana, entre los desperdicios de los puestos permanecían los restos de la propaganda electoral de hasta cinco partidos. Vicente González Lizondo (UV) y Joan Mansanet (candidato del Bloc en la lista del PSPV) pasearon también por el mercado.
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