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Paté de campaña | Elecciones 27M

El Pijoaparte

ICV tiene un plan para acabar con la pobreza. Es un plan bastante serio. Hasta tiene presupuesto: 150 millones de euros anuales en los próximos cuatro años. No es un plan de belleza en siete días, puro maquillaje. Imma Mayol y Ricard Gomà lo presentaron ayer en Barcelona. Y lo hicieron en un barrio donde pobres, lo que se dice pobres, no hay: Sant Gervasi. Junto a un centro municipal de acogida rodeado de cielo, aire y colegios a los que van niñas con falda escocesa y niqui a juego. Dos de ellas siguieron de pe a pa la intervención de Mayol. Aunque sus comentarios no versaron sobre pobres ni ricos. Lo que más les llamó la atención fueron los zapatos de la candidata: una especie de manoletinas de charol rojo y negro, a juego con la indumentaria.

ICV tiene buenas intenciones. No en vano cuenta con la herencia de Cristianos por el Socialismo. Pero el plan que presentó ayer tiene más de caridad cristiana que de propuesta de transformación social.

Si alguien esperaba que el partido más a la izquierda de los que entrarán en el Ayuntamiento de Barcelona hubiera recuperado la lucha de clases y propusiera una batalla contra las causas de la injusticia, que espere en vano. En vez de combatir las causas de la desigualdad, el plan de ICV se conforma con paliar sus efectos. No es poco, desde luego, sobre todo para quien pasa de la nada más dura a tener comida y cama.

El trabajo de ICV en el ámbito de la marginación, como el de Cáritas, es encomiable. Nadie con sensibilidad social lamentará un solo euro de los dedicados a ayudar a las personas en situación de marginalidad. En algunos casos, no se trata sólo de darles un plato de comida, sino de proporcionarles la escalera para salir del hoyo.

Pero a los muchachos de ICV les perdió ayer la literatura. ¡Oiga, que digo yo que sería por eso! Es la única explicación que se me ocurre para que eligieran la mejor zona de Barcelona para presentar el plan de lucha contra la pobreza: la memoria de la narrativa de Juan Marsé y, en especial, de Últimas tardes con Teresa. En esta novela (tan colosal que no necesita ayudas para ir a Francfort, de modo que éstas pueden quedar para esas pócimas para el sueño que firma Isabel Clara Asimov) aparece un personaje extraordinario: el Pijoaparte. Es del Carmel, pero una noche de verbena se cuela en el jardín de una torre de Sant Gervasi donde un grupo de estudiantes con mala conciencia celebran una verbena. Cabe que la torre fuera la que hoy tiene el Ayuntamiento de Barcelona para la acogida nocturna y donde Mayol presentó el programa. Incluso cabe que el Pijoaparte, un personaje en la frontera del fracaso vital, sea uno de los 60 sin techo que acuden allí a dormir algunas noches. Aunque igual no. Igual el Pijoaparte vive hoy jubilado en El Carmel, cerca de donde se produjo el hundimiento del túnel y para él Teresa y Sant Gervasi son un vago recuerdo que ni siquiera asocia a cuando la izquierda de mala conciencia no ejercía la caridad, sino que creía poder cambiar el mundo.

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