Todo se quedó a oscuras
La mujer de la foto se llama Cristina Jasán, tiene 27 años y acaba de dar a luz a una niña que comienza a llamarse Daniela. Es miércoles 13 de septiembre de 2006. Han transcurrido dos meses desde el accidente del metro de Valencia, en el que perecieron 43 personas y resultaron heridas otras tantas. Cristina, que iba sentada en la última fila del último vagón, declaró que tras el golpe todo se había quedado a oscuras. Conviene detenerse un instante en ese "todo se quedó a oscuras", porque se dice demasiado rápido. Cuando se apaga la luz en el interior de un vagón accidentado, metido a su vez dentro de un túnel, se apaga todo. Y es lo que ocurrió, que se apagó todo, en 43 personas para siempre.
"Yo sólo pensaba en la nena", diría más tarde Cristina. Así que pensando en la nena, y gracias a la ayuda de otro viajero, logró salir del coche y caminar hasta la estación más próxima alumbrándose con la pantalla de un teléfono móvil. Una vez en la calle, la atendieron dos policías. Vimos, aparte de la que hoy publicamos, otras dos fotografías de esta mujer: una en la que aparece tumbada boca arriba en una camilla; tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta en expresión de dolor, quizá de miedo. Alguien ha liberado su estómago de la presión del cinturón y del primer botón de los pantalones, dejando al aire su tripa de siete meses, sobre la que la mujer ha colocado las manos, como para calmar a la nena, mientras introducen la camilla en la ambulancia. Era el 3 de julio. Hay otra foto del día siguiente en la que aparece en la cama del hospital, también con las manos sobre la tripa, pero en esta ocasión con algo parecido a una sonrisa entre los labios. Aunque tras el accidente había sufrido algunas contracciones y pérdidas de sangre, el pronóstico en principio no era malo.
La bebé, que a estas alturas ya lleva ocho o nueve meses llamándose Daniela, pesó dos kilos y medio y nació en perfectas condiciones, en la fecha prevista. Rafael Blasco, consejero de Sanidad de la Generalitat valenciana, declaró tras hacer una visita política a la madre: "Esta niña ha sido una luz de esperanza ante el dramático accidente de metro que ha quedado en la memoria colectiva de todos los valencianos". Un genio.
Lo que sí quedó en la memoria colectiva de todos los españoles es que el convoy de la línea 1 tomó a 80 kilómetros por hora una curva en la que había que entrar a 40. No tenemos ni idea de por qué el conductor (una de las víctimas) aceleró cuando debía frenar, pero sabemos que hay en el mercado un sistema de seguridad de uso común, y no especialmente caro, que en tales situaciones hace que el tren se detenga, con independencia de la voluntad del maquinista. Cabe pensar que de haber estado instalado no se habría producido la tragedia.
Pero ni dimitió el consejero de infraestructuras ni se abrió una comisión de investigación ni nada de nada. A los pocos días, eso sí, vino el Papa y rezó una oración frente al acceso de la estación, que, mira por dónde, se llamaba Jesús. Las autoridades cerraron el asunto asegurando que se había tratado de un "accidente fortuito", por lo que sólo era asumible una "responsabilidad genérica". Aun conociendo el significado de las palabras accidente, fortuito, responsabilidad y genérica, la verdad es que se nos escapó el sentido de todos esos términos una vez reunidos.
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