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CÁMARA OCULTA
Columna
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Los pecados de John Wayne

Hace 100 años que nació John Wayne, y el Festival de Cannes no ha dejado pasar la ocasión de rendirle un tributo. Dicen que el tiempo, que es el olvido, todo lo cura, y aquel hombre tranquilo de ayer es hoy leyenda. Interpretaba de forma tan natural que llegó a pensarse que no era realmente un actor, sino simplemente un tipo que se dejaba fotografiar sin el menor esfuerzo. Ahora que se conmemora el centenario, hay estudios con elogios a su quehacer, pasando página a su conducta políticamente incorrecta: John Wayne fumaba (murió de cáncer), mató a muchos indios en las películas de John Ford y, para colmo, dirigió un mastodóntico filme defendiendo a EE UU en la guerra de Vietnam (Boinas verdes) cuando las gentes de su país clamaban en las calles por todo lo contrario, tal como ahora se hace contra la guerra de Irak.

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Visto con la mirada políticamente correcta de hoy, sin duda lo peor de John Wayne es que ocasionalmente fumaba. Los posibles homenajes que le hagan en EE UU van a tener difícil eludir tan espinosa cuestión, especialmente tras la decisión la pasada semana de la comisión de censura de Hollywood, que ha decidido aumentar las penas a las películas en que aparezca gente fumando: una bobada más a su ya larga lista de ocurrencias.

Y aunque en todo el recinto del Festival de Cannes está prohibido fumar, no existe similar meticulosidad en la selección de películas.

Jude Law fuma cuanto puede en la última de Wong Kar-wai, que inauguró el festival, aunque en un momento proteste casi enfadado: "Ya no se puede fumar en ninguna parte", frase que fue celebrada por parte de la audiencia. Es grave, no obstante, que empiece a no poderse fumar en las películas antiguas. Se han suprimido cigarrillos de las manos de algunos fumadores del cine clásico digitalmente, lo que no deja de ser una proeza tecnológica... ¿Pero cómo imaginar a Bette Davis o a Humphrey Bogart sin su inseparable cigarrillo? Es aún más insensato que aquello que hicieron de colorear las películas. También Steven Spielberg suprimió digitalmente las armas de fuego de los cintos de los policías de E. T. y las reemplazó por móviles, pensando que con ello hacía una confesión patriótica tras el ataque a las Torres Gemelas. Retocó su gran película para que ni siquiera quedara insinuado que hay armas en EE UU. Y los actuales censores de la MPAA pretenden que las películas ignoren el hecho de que es su propio país el que regenta las mayores multinacionales de tabaco. Pobre John Wayne. En cuanto puedan manosearán sus películas quitándole el pitillo... y puede que hasta las pistolas. John Wayne con móviles en las cartucheras y deleitándose con el olor de un clavel. Los indios, perplejos.

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